Mayarí Castillo, Manuel Bastías, Anahí Durand (comp.):
Desigualdad, Legitimación y
Conflicto. Dimensiones políticas y culturales de la desigualdad en América
Latina
Colección
Trabajo Social, Ediciones Universidad Alberto Hurtado, Santiago de Chile: 2011,
355 páginas.
Reseña: Oscar Gabriel Vivallo Urra
♦ Desigualdad, Legitimación y Conflicto constituye un intento por des-invisibilizar los
mecanismos subyacentes a las desigualdades presentes en América Latina. Los textos
reunidos en este volumen reflejan el esfuerzo de los compiladores Mayarí
Castillo, Manuel Bastías y Anahí Durand por correr el velo y exponer a plena
luz del día los procesos sociales, políticos, económicos y culturales que han
dado forma a la desigualdad y a la exclusión en las diversas realidades latinoamericanas.
Se trata de una Latinoamérica malherida, cuyas laceraciones están aún lejos de
cicatrizar.
En los
textos el lector se encuentra con este “lado B” del desarrollo, en una
selección de quince artículos redactados por investigadores provenientes de
distintos países latinoamericanos. Para abordar las distintas realidades
nacionales, los artículos se distribuyen en cuatro ejes de exposición
analítica: “Desigualdad y Conflicto”, “Legitimación, Cultura y Desigualdad”,
“Política y Desigualdad” y “Estado y Políticas Públicas frente a la Desigualdad”.
En la
primera sección, “Desigualdad y Conflicto”, Marisel Rodríguez Blanco inicia las
exposiciones con el artículo “Pobres organizados. Conflicto, participación y
liderazgos piqueteros en Argentina”. Su trabajo está orientado a explorar el
rol, las trayectorias, la capacidad de movilizar recursos y los criterios de
legitimidad de los liderazgos de las organizaciones piqueteras en las movilizaciones
acaecidas en Argentina a fines de la década del ‘90.
Con el
artículo “Desaparición forzada en Colombia: desigualdad política y jurídica”,
María Fernanda Carrillo S. y Luisa Fernanda Díaz M. irrumpen de manera
categórica –bajo el enfoque de la justicia social- señalando que la
desaparición forzada de personas constituye “una estrategia de control del Estado
utilizada en contra de los proyectos políticos que llevan a debate la
distribución de los recursos y las relaciones de poder y, por lo tanto, como
estrategia sistemática para mantener un orden desigual en Colombia” (53).
La
incursión en las asimetrías de poder se extiende con el artículo “Diferentes y
desiguales. Autonomía y reconstitución de los pueblos indígenas en México”, de
Hadlyyn Cuadriello Olivos. Aquí se atribuye al movimiento indígena el carácter
de portavoz de un proyecto político democrático y participativo para la
“transformación de las prácticas culturales que encarnan las relaciones
sociales de exclusión y desigualdad”
(86). Sin embargo, la fragmentación actual y su reducción al nivel de
resistencia local o regional harían que los movimientos indígenas en México
limiten su potencial de acción y su capacidad para configurar una fuerza
nacional unificada.
La entrada
al escenario chileno es realizada por Manuel Bastías, uno de los compiladores
del libro. Con su artículo “Relaciones de poder, coaliciones y conflicto
político (1977-1991). Un análisis de redes organizacionales en la dictadura y
transición chilena” se introduce en “la desigualdad política que existe entre
distintos actores colectivos de la sociedad civil” (95). Asimismo, en su
abordaje del período post dictatorial el autor cuestiona la calidad del sistema
democrático chileno, resaltando su carácter elitista, además de su escisión
respecto de las demandas de sectores sociales menos influyentes.
Anahí
Durand Guevara, también compiladora de este volumen, cierra esta sección con el
artículo “Nuestras tierras, sus ganancias. Recursos naturales, desigualdad y
conflicto en la Amazonia peruana”. Su texto constituye un examen crítico del
proceso extractivo en la Amazonia del Perú, en un contexto de implementación
del modelo neoliberal, a comienzos de los noventa. Esta dinámica extractiva
entraría en conflicto con las cosmovisiones de la población indígena,
generándose procesos de defensa de la selva peruana en colisión con los
intereses corporativos avalados por la misma institucionalidad.
La segunda
sección del libro, “Legitimación, Cultura y Desigualdad”, realiza una apuesta más teórica con relación a sus objetos de
análisis, sin abandonar su anclaje empírico. El artículo “Lo justo y lo posible:
desigualdad e ideología en Chile”, de Ismael Puga Rayo, abre la sección
analizando “los mecanismos legitimantes de la desigualdad en Chile” (146), en
base a declaraciones de sujetos agrupados según diferentes posiciones y
orígenes sociales, que el autor designa como clase trabajadora, clase media
alta y nueva clase media. Para identificar los mecanismos en operación, Puga
distingue dimensiones cognitivas o perceptivas, normativas o valóricas y
prácticas o actitudinales en la base de los argumentos legitimantes de cada
grupo entrevistado.
El
escenario chileno continúa presente con el artículo “Legitimación ideológica y
desigualdad en la Infancia: jugando a vivir en Chile”, de Patricia Castillo
Gallardo. De manera crítica, la autora utiliza el concepto de antagonismo social como referencia
simbólica para designar a aquellos espacios vacíos donde “lo real de lo social
aparece en forma descarnada y sin enmascaramiento” (162). Su cuestionamiento
incorpora a aquellos mecanismos considerados oficialmente como inclusivos por
parte de programas e instituciones públicas dirigidas a la infancia, así como
de medios de comunicación, pero que en su definición y operacionalización
crean, legitiman y reproducen estructuras de desigualdad, en un contexto de
mercado.
La
realidad brasileña entra en escena con el artículo “Desigualdades Sociales:
mundos de percepción y legitimación de las clases medias en Salvador de Bahía”,
de Katharina Damm, donde se examina la “percepción de las estructuras de
desigualdad social” (191). Mediante
la “teoría de la naturalización”, de Jessé Souza, la autora propone que entre
los mecanismos de legitimación de las desigualdades se encuentra una
“internalización fuerte de la ideología de la eficiencia” (206), la cual
estaría presente en los valores impersonales del sistema capitalista y en su
estructura social competitiva.
El tercer
eje de análisis, “Política y Desigualdad”, se inicia con el artículo “El centro
de la disputa: las clases medias y la política de la desigualdad en Chile”, de
Mayarí Castillo Gallardo. La autora,
también compiladora del libro, aborda en tres períodos de la historia
republicana chilena el concepto de ‘clase media’, cuyo significado estaría en
“permanente construcción en el marco de los procesos políticos nacionales (…)
y de articulación y conflicto entre
sujetos políticos en contextos de desigualdad” (213). Del mismo modo, rescata la manera en que la dinámica
política y sus actores, en distintos tramos de la historia, han reproducido o
modificado las estructuras de desigualdad.
La
relación conflictiva entre “democracia” y “desigualdad social” en el escenario
mexicano es explicitada por Luis Emilio Martínez en su artículo “Democracia,
Estado y desigualdad. Saldos de la discusión sobre la democratización en México
en la década de los ochenta”. Concentrado en rescatar la dimensión intelectual
del debate público-político, el autor indaga las transformaciones de “las
formas de pensar la política y la democracia y su tensa relación con la
desigualdad social” (239) en un contexto crítico del orden post-revolucionario
mexicano.
Para
cerrar esta sección, el artículo “Ideología, guerra y desigualdad social,
Colombia 2002-2010”, de Alexander Gamba Trimiño, se introduce en “la
construcción ideológica por medio de la cual la derecha colombiana reestructuró
un modelo desgastado -el neoliberal-, lo potenció y lo convirtió en su carta de
navegación estratégica” (267). Luego de un breve recuento histórico, se plantea
que la matriz del actual modelo de desarrollo colombiano se sustentaría en el
desplazamiento forzado, con el fin de implementar un proyecto agroexportador.
Aquí la posesión del territorio cobra relevancia central y la forma de
apoderarse de él sería la guerra.
La última
sección, “Estado y Políticas Públicas frente a la Desigualdad”, se
inicia con el artículo “Chile Crece Contigo: la búsqueda de la igualdad desde
la temprana infancia”, de Alejandra González Celis. Ligado temáticamente con la
presentación de Patricia Castillo, la autora realiza un análisis conceptual
crítico de las políticas sociales chilenas dirigidas a la infancia, en especial
el Sistema Chile Crece Contigo. A continuación se presenta el artículo de
Claudia Maldonado Graus, “Política pública de pobreza en Chile: nuevas formas
discursivas de legitimar la desigualdad durante los gobiernos socialistas de
Lagos y Bachelet”. El interés por los ejes discursivos en la base de la
política social chilena lleva a la autora a señalar que ésta se sustentaba “en
principios socialistas [aunque] fue instrumentada bajo los designios del
paradigma de política social de corte neoliberal” (308).
La
realidad salvadoreña cierra el libro con dos artículos seguidos: “Medidas
contra la violencia: una forma de legitimación de la desigualdad social en El
Salvador” y “Políticas de redistribución agraria, fragmentación y desigualdad
frente al nuevo siglo en El Salvador”. El primer trabajo, de Melissa Salgado,
tiene como objetivo demostrar cómo “los planes de seguridad pública
implementados (…) por el partido Alianza Republicana Nacionalista (ARENA) entre
los años 2003 y 2009 (…) operaron como mecanismos de legitimación de la
desigualdad social” (315). El segundo
artículo, de Irene Lungo Rodríguez, analiza el papel de “las políticas de
redistribución de tierras en la configuración de la estructura agraria actual
de El Salvador” (337). En ambos
trabajos se muestra que la primacía del orden neoliberal, la estructura de
desigualdad y las políticas de estado con fines contrainsurgentes han
desembocado en elevados índices de pobreza y de precariedad social.
Más allá
de la calidad académica observable en las exposiciones, resulta relevante el
entrelazamiento entre la intención reflexiva de sus textos y la sensibilidad
con la cual se intenta develar la difícil existencia de pueblos enteros y de
seres humanos, los cuales padecen y subsisten frente a diversas formas de
opresión y exclusión. En su desarrollo analítico se abre el debate acerca de la
naturalización, la legitimación y el establecimiento -casi siempre de manera
violenta- de las históricas relaciones desiguales de poder. Para ello, los
autores deslizan sus plumas transitando desde la politología y la sociología
política hasta bordear las difusas fronteras de la psicología social. La
riqueza analítica del libro se sustenta en la exposición de una diversidad de
realidades latinoamericanas que tienen en común la configuración histórica y
estructural de un conjunto de relaciones desiguales de poder. En este contexto,
las élites se erigen una y otra vez en posiciones de privilegio, mediante la
violencia política y/o institucionalizada, la naturalización de las
desigualdades y la exclusión social en distintos ámbitos del desarrollo humano.
En el
marco del diseño textual del libro, este terreno común -que de diferentes
formas refleja y encarna el sustrato del modelo capitalista neoliberal- hace
extrañar la síntesis, el meta-relato, el epílogo de cierre que hubiese hecho
explícitos los problemas genéricos que subyacen a la diversidad. Si bien el
texto promete explorar las desigualdades en un nivel latinoamericano, los
análisis se focalizan en los escenarios nacionales, dejando la riqueza de cada
uno de ellos en parcelas separadas. La América Latina anunciada queda así
oscurecida por la fragmentación que proviene del análisis exclusivamente local.
Esta mirada transversal requerida, esta necesidad de explicitación de desigualdades diferentes hermanadas por un modelo de desarrollo excluyente, hace que Desigualdad, Legitimación y Conflicto, a pesar de la calidad académica de sus artículos, quede en deuda analítica con la integración o con el acto mismo de trascender el repertorio segmentado de las realidades y de las ideas.♦