Markus-Michael Müller (2012)
Houndmills and New York: Palgrave, 269 p.
Reseñado por Markus Hochmüller
Lateinamerika-Institut, Freie Universität Berlin
La relación entre el Estado mexicano, sus ciudadanos/as y actores políticos locales está caracterizada por constantes negociaciones. Este proceso de negociación, su relación a la dimensión simbólica e imaginaria del Estado y su repercusión al “state-security nexus” (4) son la base del libro “Public Security in the Negotiated State” de Markus-Michael Müller, que resulta de su tesis de doctorado del año 2009. El politólogo del Centre for Area Studies de la Universidad Leipzig afronta tanto la cuestión de repensar los conceptos clásicos de policía y seguridad pública en contextos urbanos, como nuestro entendimiento de “Estado”. Estas preguntas son centrales para los debates sobre policías en ámbitos urbanos, porque permiten ir más allá de los debates técnicos y apolíticos, que no tomaban en cuenta los contextos políticos y históricos en las cuales las policías se están situando. Por eso, el libro se inscribe en la tradición teórica que entiende el estado por sus procesos tanto materiales como simbólicos.
Mediante un análisis coherente de las policías locales
contemporáneas en la Ciudad de México, que refiere críticamente a
estos puntos de vista simplicistas, y el cual toma en cuenta las
transformaciones y continuidades de las policías desde la
formación del Estado mexicano hasta el presente, el autor
demuestra que el Estado (re)produce su dominio a nivel
local-urbano diariamente. Lo logra con una mirada a los procesos
que constituyen al Estado, analizando su objeto de estudio, las
policías del Distrito Federal (D.F.), en su contexto histórico en
el nivel macro y en nivel micro mediante 127 entrevistas
cualitativas y observaciones etnográficas durante largas estancias
en el D.F. (25-26).
Müller decidió situar su análisis en las policías locales de la
capital, dado que es allí donde se concentran las dinámicas que
constituyen el Estado mexicano en su totalidad (22). Además, la
Ciudad de México es presentada en la introducción como un caso
ejemplar de inseguridad en áreas urbanas y de la relación
simbólica entre capital y nación (21-25).
Para el caso mexicano, Müller argumenta que la producción de
seguridad por la policía es “fragmentada y selectiva” porque está
“sobredeterminada por políticas informales y prácticas de
negociación”.1 Estas relaciones y
prácticas tienen efectos decisivos para la seguridad en el ámbito
local. Por consiguiente, el autor clasifica a México como el
prototipo del negotiated state, en el cual negociaciones
informales determinan las políticas estatales y el actuar de sus
aparatos.
Partiendo de este concepto, el lector es llevado desde el nivel
macro al nivel micro sin perder de vista la imagen completa del
Estado mexicano. En el primer capítulo, la relación entre este
Estado y sus policías es analizada desde una perspectiva
histórica. Se muestra que México históricamente ha estado
fragmentado entre el centro político y actores políticos locales,
tales como caudillos o élites políticos locales (30) – una
característica que sigue vigente hasta hoy: la centralización de
la violencia y del poder quedaron inacabadas, mientras las fuerzas
locales pudieron proteger su autonomía. Esto lleva a que el Estado
se convierta en un “recurso apropiable”,2 tanto
para actores locales y los/las ciudadanos/as como para actores
criminales. Por ende, esta dinámica determina la reproducción de
los aparatos estatales, lo cual cuenta particularmente para las
fuerzas policiales.
Antes de que el sistema político mexicano se democratizara, se
había formado un sistema de beneficio mutuo entre el patrón
(Estado central) y sus clientes (actores locales, ciudadanos/as o
criminales). Con
la democratización a partir de los 90s, los poderes locales
pudieron guardar o ampliar sus autonomías, instrumentalizando las
policías locales para sus intereses particulares. Así, las
lealtades que unieron el proyecto de nación durante el priismo
disminuyeron. Las redes informales e ilegales se transformaron;
este factor explica también la transformación del carácter de la
relación entre policías y el crimen organizado (60-63).
En el segundo capítulo, Müller analiza las policías contemporáneas
del D.F. en relación con las políticas formales e informales, del
negotiated state y así, demuestra que se reproducen las
estructuras de negociación diariamente a nivel local, lo cual hace
visible los déficits existentes en las prácticas policiales. Este
sistema informal y “paralegal”3 de
apropiación del Estado determina las políticas capitalinas y la
relación entre el Estado y sus ciudadanos/ as. Desde una
perspectiva histórica (cap. 3) entendemos que para las élites
nacionales, la policía siempre fue más importante para asegurar
los proyectos (partidistas) de creación y cohesión del país, que
para garantizar la seguridad ciudadana. El clientelismo sigue
constituyendo las relaciones entre policías y ciudadanos/as (108),
analizadas en el libro mediante las formas no-monetarias de
negociación y por ende apropiación a nivel de “interacciones
diarias” relacionadas con el “uso estratégico de capital social y
político por parte de los ciudadanos”.4 Estas
capacidades de apropiación dependen fuertemente de
factores socioeconómicos, reproducen desigualdades y perjudican a
los sectores más pobres
Las reformas policiales en conjunto con actores transnacionales
tampoco pudieron cambiar este sistema (cap. 4) porque subestimaban
las “realidades locales […] prevalecientes”5 y
no operaban fuera de la determinación de las prácticas del negotiated
state (149). En el análisis micro de las prácticas
policiales en Iztapalapa y Coyoacán (cap. 5), Müller muestra con
ejemplos contundentes que – a pesar de las diferencias existentes
y significativas respecto a su efectividad (193) – en ambos
barrios la actividad policial está determinada por prácticas y
políticas informales, lo cual explica el carácter selectivo de la
seguridad (151). Sin embargo, los/las ciudadanos/as no se
distancian del Estado a pesar del carácter insatisfactorio de la
policía y la seguridad “pública”, sino siguen reivindicando
mejores políticas de seguridad de la policía, y, por ende, del
Estado. Entonces, el Estado no pierde su legitimidad y logra
reproducirse diariamente (175, 197).
En el último capítulo, Müller aplica su concepto del negotiated
state a otras regiones del “Sur Global”, haciendo hincapié
a que lo negociado llevó a prácticas policiales inefectivas que no
responden a las demandas de la población en muchas partes del
mundo. Sin embargo, esta extensión queda muy limitada; hay que
criticar que aquí el libro no cumple con satisfacción con lo
prometido en el título. No obstante, el último capítulo sirve a
politólogos y otros científicos sociales como punto de partida a
otros estudios más exhaustivos de Estados supuestamente débiles,
teniendo en cuenta la reproducción diaria de “imaginarios y
expectativas normativas”.6
En suma, Müller presenta un análisis profundo de los problemas
clave tanto en el aparato de la policía local como en las
estructuras del Estado mismo. El aporte más destacado es haber
mostrado de que, a pesar de que México es un Estado excluyente
cuya exclusión sistémica tiene repercusiones negativas para la
seguridad de sus ciudadanos/as, sí se mantienen las
interdependencias simbólicas y el Estado sigue siendo el punto
referencial central de los/las ciudadanos/as en cuanto a la
seguridad: aunque inefectivo o “débil”, el Estado se mantiene como
el actor central en la arena política. En total, el libro es un
estímulo para trascender conceptos simplicistas de estatalidad y
para estudiar a los Estados y sus policías, con su clientelismo e
inseguridades, desde una perspectiva que facilita una mirada
crítica a los procesos políticos formales e informales que
constituyen a la entidad política denominada “Estado”.
1 “fragmented and selective, overdetermined by informal politics and practices of negotiation” (4)
2 “appropriable resource” (30)
3 “paralegal system” (80)
4 “everyday […] interactions […] strategic use of
social and political capital by citizens” (112)
5 “prevailing local […] realities” (126)
6 “’state imaginaries’ and normative expectations”
(199)