Alberto Mayol

No al lucro. De la crisis del modelo a la nueva era de la política

Santiago de Chile: Editorial Debate, 2012, 398 p.

 

Reseñado por Claudia Maldonado

Lateinamerika-Institut, Freie Universität Berlin

 

 

“No al lucro”, la consigna que – a juicio del autor – aglutina el relato del descontento de la sociedad chilena expresado en las calles durante el 2011, es la frase que da título al libro de Alberto Mayol; texto que fue recibido con gran entusiasmo entre los lectores y lectoras que durante el último año ensayaban diversas hipótesis sobre el impacto de la lucha estudiantil en la vida política nacional.

 

Este libro problematiza un gran número de dimensiones políticas y sociales de Chile, en el preciso momento en que se discutían las causas y consecuencias del acto disruptivo acaecido con la “Primavera de Chile”. Sin desconocer que las problemáticas expuesta en el texto ya eran parte del debate académico y político de los últimos años – pudiendo encontrarse en libros, columnas y entrevistas – un gran número de ellas se reincorporan al debate público con las movilizaciones estudiantiles que impusieron marcha forzada a la (re) interpretación de la nueva realidad país. En este contexto, se le reconoce a Mayol el mérito de intentar en el momento oportuno una primera conclusión: había acontecido “el despertar político de Chile – o repolitización – y el verdadero fin de la transición chilena”. (12, 15, 83, 128, 164, 380, 387).

 

Este texto – organizado en veintiocho breves capítulos – nos proporciona, ante todo, gran cantidad de evidencia – histórica, estadística y de prensa – que desnuda la multiplicidad de causas del estallido social que ocurre a mitad del año 2011 con las multitudinarias marchas convocadas por los estudiantes, que exigían principalmente educación pública y de calidad (en el contexto de un sistema educativo controlado por la dinámica del mercado). Reclamo que en los meses posteriores se extiende a las demandas latentes en otros ámbitos (medio ambiente, las reivindicaciones mapuches, mejoras laborales, entre otras). Así, la obra inicia con capítulos donde se describe la crisis de legitimidad generalizada de la que goza actualmente el sistema político y económico, y la descripción de un largo proceso histórico de despolitización; para continuar con un análisis de la influencia de los grupos de poder en las problemáticas sociales actuales, particularmente en aquellas ligadas a la reproducción de la desigualdad. Una de las dimensiones que suscita mayor análisis por parte del autor, es la que hace referencia al sistema educativo, su rol funcional al modelo económico neoliberal y la responsabilidad que le concierne en términos de exclusión.

 

Otro aspecto relevante que forma parte de la estructura capitular, es el rol de los medios de comunicación como mecanismo de control político y social, para culminar con cuestionamientos al sistema de representación política y al sistema tributario y judicial. Todas estas dimensiones son analizadas desde la despolitización, problema en cuyo interior habita el fundamento de la convivencia conflictiva de nuestro modelo de sociedad. La despolitización como causa y posibilidad, concepto que Mayol ubica en el centro del debate, sin duda estimula al lector a poner atención en un origen no convencional de los “males de nuestra sociedad” y a intentar posibles salidas. Ahora que se habría encontrado la causa de nuestra enfermedad, sería hora de buscar el antídoto, y en esta dirección es que el autor ve en la politización un camino eficaz por donde comenzar una nueva era de la política democrática y la expansión del principio de ciudadanía.

 

Respecto al análisis histórico que realiza Mayol, concuerdo con algunos aspectos. Indudable que la dictadura militar transformó, de una vez y para siempre, la matriz social chilena con el sistema neoliberal. El resultado, entonces, fue la aparición de un individuo que – producto de la represión, la anulación de la comunidad política y la destrucción del tejido social – nace despojado de las redes de solidaridad y condenado a forjar su propio destino para alcanzar el éxito individual. Este homoneoliberal tiene básicamente una posibilidad de inclusión social: el consumo (Araujo y Martucceli, 2012). Máxima en torno a la cual funciona el sistema político, económico y social.

 

Otro punto de encuentro, y que ocupa un lugar relevante dentro del libro, es la incapacidad que demostró la transición política en la tarea de promover una ciudadanía acorde a los requerimientos de un régimen democrático; lo que se refleja hoy en el escaso ejercicio de poder efectivo por parte de la sociedad y en una escasa participación de la misma en los asuntos públicos. Este hecho, favoreció la consolidación de un sistema político excluyente y dominado por un duopolio de fuerzas políticas (Alianza por Chile y Concertación), que durante las últimas dos décadas consolidaron el modelo de sociedad heredado de la dictadura.

 

Para el autor, todos estos rasgos estructurales han comenzado a ser cuestionados con la “resurrección de la política” (12), que se originó producto de las movilizaciones, donde los y las estudiantes se apropiaron del espacio público y lo transformaron en zona de debate. Quizás, marcar este punto de origen es una de las apuestas más interesantes que realiza el autor. El estilo narrativo con que Mayol caracteriza al Chile contemporáneo incentiva la lectura fluida de una serie de hechos históricos y noticiosos que, para un lector no especializado en el contexto nacional, ayudan a visualizar la seguidilla de acontecimientos que desencadenaron el estallido social en un país (mal) acostumbrado a la estabilidad social y política. Sin embargo, me gustaría debatir brevemente dos aspectos que me parecen cuestionables.

 

El primero de ellos, la relación directa – y causal – que plantea el autor entre la irrupción de los estudiantes en el espacio público y la repolitización de Chile. Al respecto, nadie podría negar que las movilizaciones estudiantiles hayan sido relevantes para avanzar en el proceso de democratización, ya que con el debate de ideas y propuestas se ganó un espacio en la agenda pública y gubernamental. Sin embargo, la sola escenificación de un conflicto social en la arena pública, ¿es suficiente como para concluir que efectivamente se logró cerrar el proceso de transición y que hemos sido encausados definitivamente en una nueva era democrática? Por supuesto que las movilizaciones del 2011 marcan un referente en el intento por democratizar el vínculo social, cuando los y las estudiantes entran a la escena política, ya no como enemigo, sino como un adversario con voz, decisión y demandas legítimas. En este sentido, el gran mérito que atribuyo a los y las estudiantes es haber desnudado la esencia misma de la política (más que una repolitización), no solamente en el sentido único que señala el autor – ligado al concepto de ciudadanía – sino en la posibilidad de establecimiento de un orden social, donde convivan conflictos, disputas por el poder y reconocimiento de las diferencias. El acto disruptivo que significó el movimiento de los y las estudiantes en la vida política de Chile, dejó sin margen de explicación a la matriz (neo) liberal dominante, acostumbrada a minimizar los conflictos y a funcionar en torno a consensos. Ahora bien, ¿qué nos muestra esta experiencia? Desde mi punto de vista, que comienza la disputa por la reconstrucción democrática, con nuevos actores que representan una apuesta legítima, en tanto el desafío es que sean capaces de articular las demandas de los grupos de la sociedad que ya fueron interpelados.

 

Un segundo aspecto que quisiera discutir, es la afirmación de que el sistema, cuya máxima era el lucro, ha entrado, a juicio del autor, en una severa crisis – al menos subjetiva – con la irrupción del movimiento estudiantil. Doy mis concesiones al autor al afirmar que en la sociedad chilena actual existe una condición de abuso generalizado y que eso se transformó en consigna que cuestiona totalmente la legitimidad del sistema, tal como hasta hoy lo hemos conocido. Pero este cuestionamiento a la legitimidad de nuestro modelo de sociedad aún no implica un derrumbe generalizado del sistema. Más bien, apunta a la crisis del relato hegemónico que se construyó después de recuperada la democracia y cuyo centro fue colmado de valores como igualdad, democracia, participación. Hegemonía entendida en un sentido gramsciano, que implicó una relación equilibrada entre fuerza y consensos, y que representó una visión de mundo – construida por la clase dirigente – que traspasó y legitimó un solo sentido común entre nosotros.

 

Hoy, tal vez, asistimos a una dislocación del relato que durante años dominó la forma de entender la política en Chile y, quizás, este quiebre sea incluso más profundo que las actuales grietas de las instituciones y el sistema político. Quizás los más optimistas queramos ver en este acto, el significado inacabado que tiene para Lefort la democracia; al considerarlo un sistema político donde el poder no puede ser apropiado por un grupo en particular, ya que necesita constantemente nutrirse de las opiniones e intereses divergentes para asegurar su sobrevivencia. En ese sentido, es que quizás los estudiantes (principalmente) han entrado a la disputa.

 

Cierro señalando que el texto es completamente recomendable para quienes quieran entrar de manera simple y esquemática en las problemáticas que se han instalado en el debate público chileno luego de las movilizaciones estudiantiles. Sin embargo, este libro quizás sea insuficiente para los que, desde el punto de vista teórico y empírico, queramos leer la realidad chilena después del retorno a la democracia. La principal razón es que, si bien el autor proporciona un conjunto de hipótesis a lo largo del texto, éstas no se encuentran teóricamente lo suficientemente justificadas. En esta línea, sin duda existen algunas definiciones en el texto – despolitización, integración vertical, entre otras – pero estos conceptos no definen variables y dimensiones específicas que permitan someter a escrutinio la evidencia empírica recogida.