Pierre Bourdieu:
Sur l'État. Cours
au Collège de France 1989-1992
(Édition
établie par Patrick Champagne, Remi Lenoir, Franck Poupeau et Marie Christine
Rivière) Paris: Raisons d’agir / Le Seuil: 2012, 656 pág.
Victor Hugo Acuña | vhacuna@gmail.com
♦ En este libro
se recogen en una edición crítica los cursos que sobre el tema del Estado
impartió Pierre Bourdieu en el Collège de France, durante los años 1989-1990,
1990-1991 y 1991-1992. Se trata, en consecuencia, de un trabajo póstumo (el
autor murió en el 2002) y de una transcripción de textos cuya vocación original
es la comunicación oral; no es una obra escrita propiamente dicha. En este
sentido, lo que se nos ofrece son los apuntes para sus clases y lo dicho en
ellas por parte del autor, materiales convertidos en un libro por las personas
responsables de esta edición. Estas particularidades del texto deben ser
tomadas en consideración, desde el mismo punto de partida, en un intento de su
evaluación crítica. Debe agregarse que la obra viene acompañada de un resumen
de esos cursos, publicado en el Annuaire du Collège de France; de una puesta en
contexto del curso sobre el Estado, en el conjunto de la obra de Bourdieu; de
la bibliografía utilizada por el autor para preparar su curso sobre el Estado y
de dos indexes, uno de nombres y otro de nociones. Como se puede suponer, este
material suplementario posibilita una mejor utilización y comprensión del
texto. Evidentemente, el libro de Bourdieu es pertinente en relación con las
discusiones actuales sobre las cuestiones de inseguridad y violencia que
afectan principalmente a los estados del llamado sur global en la actualidad.
Por su naturaleza, como conjunto de lecciones
delante de un público, esta obra es algo más que una reflexión sobre el tema
del Estado. En efecto, abundan en ella digresiones sobre la sociología como
saber, sobre la función social y ética del sociólogo, sobre las relaciones
entre la sociología y la historia y sobre lo que Bourdieu piensa de otros
autores, presentado con frecuencia en forma perentoria, trátese del marxismo en
general o de algunos de sus autores más eminentes como Antonio Gramsci. Si las
digresiones resultan por norma muy ilustrativas y sugerentes, los juicios
perentorios pueden ser considerados, por algunos, petulantes y arrogantes.
Quizás, sea inevitable, pero a lo largo del curso el autor se esfuerza en
mostrar la originalidad y la novedad de lo que propone, en relación con autores
y estudios que lo han precedido.
El punto de partida de Bourdieu es pensar el Estado
como un objeto impensable, como el punto de vista de todos los puntos de vista
que permanece invisible a los ojos de todas las personas. El Estado es una
especie de fetiche o “realidad ilusoria”, objeto fantasmagórico que determina
los marcos mentales y afectivos con los cuales percibimos el mundo social, lo
aprehendemos y en el nos ubicamos. En palabras del autor, “el Estado es un
principio de ortodoxia, de consenso sobre el sentido del mundo” (p. 19) Esta
idea, esencial en su perspectiva, es de la mayor relevancia porque nos permite
concebir el Estado no simplemente como un aparato, como una cosa, sino como una
relación social, como matriz de todas las relaciones sociales, tanto materiales
como simbólicas.
Concebido en estos términos, lo que caracteriza al
Estado es la retórica y la teatralización de lo oficial y de lo universal. El
Estado es esa “ilusión bien fundada” (p. 25) que instituye lo público, lo
oficial y lo universal, por oposición a lo privado y lo particular. Como se
puede observar, el Estado no detenta simplemente el monopolio del uso legítimo
de la coerción, según la clásica definición de Max Weber, sino, y sobre todo,
el monopolio de la coerción simbólica. Como se observa, el trabajo de Bourdieu
consiste en tomar algunos autores que considera afines y claves e ir más allá
de ellos. Esto es claro en los casos de Norbert Elías y Charles Tilly, con los
cuales concuerda en su visión del Estado como asociación para el crimen
organizado, pero a los cuales recrimina desconocer la importancia de la
dominación simbólica como piedra de toque de la dominación estatal. Debe
decirse que la forma de construcción de sus ideas, mediante la presentación y
el cotejo con los autores considerados básicos en el corpus sobre la teoría y
la historia del Estado, hace de estas lecciones un material de gran utilidad.
Bourdieu intenta dar un paso más allá en su análisis
del desarrollo del Estado, ya que intenta identificar quienes han sido sus
principales productores o fabricantes. En su criterio los principales
productores del Estado, como ese ente invisible y todopoderoso, han sido los
juristas, la corporación de los letrados, inventores de lo oficial y de lo universal.
Han sido estos actores quienes han teorizado y han formalizado en la práctica
el monopolio que el Estado se arroga para sí como representante del interés
general. En palabras del autor: “El Estado es una ficción de derecho producida
por los juristas quienes se han producido en tanto que juristas, produciendo el
Estado.” (p. 95) Como se puede observar, para Bourdieu lo esencial del Estado
es ser un aparato institucional, es decir una burocracia, que articula el mundo
de las relaciones sociales y el de las representaciones de las relaciones
sociales. De este modo, el Estado es una ficción jurídica, pero totalmente
operativa, tanto en la dimensión material, como en la dimensión simbólica de la
vida social.
La comprensión del Estado en los términos presentados
viene acompañada por un enfoque metodológico que parece serle el apropiado y
que en mi opinión es totalmente pertinente. En efecto, según Bourdieu la mejor
forma de estudiar, de desnudar, de revelar este ente que vive de su
invisibilidad, es mediante un enfoque genético, es decir, mediante el análisis
de sus orígenes, del proceso por el cual lo que fue resultado de procesos
contingentes se presenta hoy, aparece como dado, como presupuesto, como marco
mental que articula la visión de lo social. Frente a otras perspectivas
teóricas actuales en relación con el Estado, esta afirmación metodológica es
original y acerca la sociología de Bourdieu al quehacer de los historiadores.
No obstante, por las pretensiones sistemáticas y conceptuales del autor, prefiere
llamarlo enfoque genético y no un enfoque histórico. La otra contribución
importante de Bourdieu es enfatizar el aspecto de dominación simbólica del
Estado, cuestión en la que encuentra compañía con los trabajos de muchos
historiadores, sobre todo aquellos preocupados por una antropología histórica
de las formas de dominación.
Como se infiere de lo expuesto, el enfoque de
Bourdieu sobre el Estado se sitúa en una perspectiva que podríamos denominar
top-down. A pesar de que concibe al Estado como campo, según su definición de
campo como espacio de luchas y disputas, lo cierto es que el Estado que nos
presenta el autor es un Leviatán del sentido, del significado y del símbolo,
cuyo poder es omnímodo y cuya existencia es hiperracional y ultraeficaz. Este ente
acumula todos los llamados capitales: de fuerza física, de fuerza económica, de
fuerza cultural y, en suma, de fuerza simbólica; según la forma en que el autor
utiliza la noción de capital en mi opinión demasiado amplia, demasiado
englobante y, al fin de cuentas, poco operativa. El reconocimiento de la
coerción simbólica, concentrado de todas esas formas de capital, como la clave
de la interpretación del Estado, depende de que aceptemos su uso de Bourdieu,
en mi opinión, más bien metafórico del término capital. De este modo, la fuerza
de este análisis, es decir, su llamada de atención a la dimensión simbólica de
la dominación estatal, es también su debilidad porque no ofrece espacio a los
agentes que han opuesto resistencia a los procesos de state making, ni a los
procesos que han sido claves en su formación, es decir, la guerra. A pesar del
poder panóptico de la coerción simbólica, el Estado se ha construido en una
cadena de desenlaces contingentes, en donde la confrontación militar ha sido
clave y su configuración no es sólo producto de sus fabricantes, sino también
de quienes se han opuesto a su fabricación. Para utilizar, una noción de otro
autor criticado por Bourdieu, el Estado se construye en disputas por la
hegemonía.
En fin, conviene advertir que la conceptualización
del Estado de este autor se basa principalmente en la evolución del Estado
francés desde la época medieval y hasta el presente. Cabe agregar, de un Estado
francés del cual no se toma en cuenta su experiencia como Estado imperial y, por
tanto, de los efectos sobre su construcción de la experiencia colonial. Así,
por esta razón y por su concepción del Estado como ente metafísico
todopoderoso, el análisis de Bourdieu presenta limitaciones cuando se trata de
analizar, por ejemplo, los estados latinoamericanos, leviatanes con pies de
barro y con capacidades para la coerción simbólica muy inferiores al Estado
absolutista y al Estado nacional francés. Precisamente, la cuestión nacional es
una temática de bajo perfil en la reflexión de Bourdieu. Se manifiesta de
acuerdo con el trabajo de Benedict Anderson y sostiene que el Estado produce la
nación, como lo hacen los autores de la corriente llamada modernista o
invencionista que analizan las naciones y el nacionalismo. No obstante, el
autor insiste en subrayar la continuidad entre el Estado absolutista y el
Estado nacional, minimizando de este modo la novedad y la relevancia para la
comprensión de la historia mundial -desde fines del siglo XVIII- de los
nacionalismos y las naciones.
En fin, mi principal crítica a este texto de
Bourdieu es la misma que se le hace a su sociología: ser determinista por no
conceder espacio a una perspectiva from the bottom-up. Por eso, presenta al
Estado como algo más sólido, coherente, consistente y dominador de lo que
realmente históricamente ha sido. La inseguridad y la violencia que afectan,
como se dijo al inicio, a muchos estados del sur global y entre ellos a los
latinoamericanos constituyen un desafío para la visión del Estado de Pierre
Bourdieu. Pero, paradójicamente, es posible que solo un leviatán simbólico como
el concebido por el autor sea el recurso más eficaz para encauzar y modular la
inseguridad y la violencia. ♦