Sophie Esch (2018):
Modernity at Gunpoint. Firearms, politics and culture in Mexico and Central America
Pittsburgh: University of Pittsburgh Press, 284 pp.
Reseña de Ximena Alba Villalever
FU Berlin, LAI, Forced Migration and Organized Violence (ForMOVe)
La ola de violencia que atraviesa actualmente al corredor latinoamericano es el resultado de una larga historia de desigualdades estructurales, intervencionismos, movilizaciones sociales y políticas, así como de luchas por la supervivencia que los distintos pueblos latinoamericanos han tenido que sobrellevar. México y los países centroamericanos destacan, en las últimas décadas, en este auge de violencia liderado por conflictos armados, formación de grupos criminales que buscan particularmente el control de los flujos de droga, circulación sin control de armas de fuego y gobiernos autoritarios o incapaces de solventar las condiciones mínimas de seguridad y vida digna para sus ciudadanas/os.
Dentro de este contexto, Sophie Esch, profesora asistente en literatura y cultura latinoamericana en Rice University, en su libro Modernity at Gunpoint: Firearms, Politics and Culture in Mexico and Central America, hace un análisis de las distintas representaciones y políticas de la violencia en México y en los países de Centroamérica. Desde los estudios culturales, Esch, por medio del análisis de representaciones culturales de armas de fuego en novelas, fotografías y corridos que giran en torno a los conflictos armados en la región, desarticula y reconstruye las nociones de violencia y modernidad. La autora se enfoca en cuatro contextos y periodos distintos: la Revolución Mexicana (capítulos 1 y 2), la Revolución Popular Sandinista en Nicaragua (3 y 4), la posguerra centroamericana (5) y la guerra contra el narcotráfico en México (6). Esch parte del estudio de Baudrillard sobre el valor social de los objetos, dependiente de los contextos en los que se encuentren y del tipo de consumo que conlleven, e imprime particular importancia al papel simbólico de las armas de fuego y divide su análisis en tres ejes: las armas de fuego como artefactos, como tropos y como accesorios (o props). Hace esto sin dejar de lado el aspecto funcional y económico de las armas, particularmente su uso y circulación como un reflejo de las asimetrías de poder. Así, analiza el papel que estos artefactos juegan y, sobre todo, el valor que les es otorgado dependiendo de quién los sujete, de quién observe a través de su mirilla o de quién los represente.
En una introducción y seis capítulos, Esch plantea la idea de las armas como artefacto primordial de la modernidad. Explica que esta relación se ha analizado ampliamente desde la perspectiva de las asimetrías de poder y la distribución global de armas, las cuales responden a los contextos específicos y a los intereses particulares de quienes pueden acceder (de forma masiva) a ellas. Sin embargo, emprende en su libro un enfoque distinto: el valor de las armas en manos de la/os desposeída/os, de quienes no tienen poder, ni acceso de forma masiva a estos artefactos. Un ejemplo introductorio, cargado del contexto violento de México y de los países centroamericanos, es el uso de las armas de fuego como prop —como accesorio— analizado desde puntos distintos. Primero, el uso de rifles de madera creados y utilizados por el EZLN, que delatan, por un lado, el poder de las armas de fuego y la militancia de quienes las portan y, por el otro, la precariedad (Esch 2018: 29). En este caso, el arma se convierte en un accesorio político que da fuerza al discurso, mas no al acto bélico. Esto la autora lo contrasta con el uso de armas embellecidas, como accesorios de moda y de lujo que se exhiben como parte de la narcocultura, así como la exhibición de cantidades exorbitantes de armas confiscadas a los cárteles por el gobierno mexicano: ambas exposiciones convierten el contexto del narcotráfico en un “teatro de las armas bélicas” (2018: 34). Aquí, para Esch, las armas son usadas tanto para denotar poder y lujo, como para delatar la ostentosidad y la violencia exacerbada de los narcotraficantes.
Para poder analizar la complejidad que articula la violencia, particularmente considerándola desde contextos en los que esta se ejerce para “combatir” la autoridad o a los victimarios, Esch parte de Crítica de la violencia de Benjamin (2002). Propone analizar los efectos de la violencia y la porosidad que existe entre quienes “hacen uso de la violencia” (law-making violence) y quienes “combaten la violencia” (law-destroying violence). La autora usa como ejemplo de estas porosidades la insurgencia campesina de la Revolución Mexicana (2018: 52) o el sacrificio militante de los muchachos del FSLN (2018: 101). Argumenta que las armas de fuego, particularmente asidas por sujetos subalternos en búsqueda de inclusión (y de democracia), reafirman su participación como sujetos políticos (2018: 45). En el contexto de los movimientos insurgentes, estas hacen visibles a poblaciones antes ignoradas y marginadas (como en el caso de los campesinos en la Revolución Mexicana). Sin embargo, en sus representaciones en novelas, canciones y fotografías, las armas de fuego son también tropos para delatar otros tipos de violencia —por ejemplo, la violencia masculina— que surgen y son ejercidos por aquellos mismos que luchan por la igualdad.
Esch hace un esfuerzo por incluir en su argumento una perspectiva de género para analizar los roles y las representaciones de las mujeres en los contextos bélicos en los que se centra. Estipula que la producción cultural de las armas de fuego no puede disociarse de la política, de la violencia, de la construcción de masculinidades y de afectos, así como tampoco de la articulación de desigualdades. Para esto, al examinar los contextos de la Revolución Mexicana y la Revolución Nicaragüense toma en cuenta la intersección entre clase y género para entender tanto la producción cultural de las armas —y, en consecuencia, de la política—, como para desensamblar la construcción de distintas formas de masculinidad que interactúan con la violencia y la guerra. Pese a la limitada representación de las mujeres en las fuentes analizadas por Esch, la autora logra reflejar, aunque sea superficialmente, la ambigüedad y complejidad de la participación de ellas en conflictos armados y en la lucha por la consolidación de un estado democrático. Hace esto, primero, a través del análisis de Cartucho de Nellie Campobello quien nos da un acercamiento distinto hacia la necesidad de lucha y de participación revolucionaria, vistas desde los ojos de una niña. Contrapuesto a esto, Esch examina también la figura de la soldadera en los corridos sobre la revolución —no como actoras de esta, sino como acompañantes y seguidoras de quienes luchan— una representación profundamente imbricada en el sistema patriarcal militarista (2018: 64).
Esch ofrece en Modernity at Gunpoint una lectura enriquecedora y sugestiva, particularmente para quienes estén interesados en los estudios culturales y literarios. Es notable su esfuerzo por analizar en el contexto latinoamericano, particularmente en la región de Centroamérica y en México, los contextos actuales de violencia y los sus efectos en la sociedad, lo que tiene implicaciones en la forma en la que comprendemos nuestras propias realidades —o representaciones de ellas— a través de un análisis histórico y cultural sobre la construcción de la “modernidad”. La novedad del análisis de Esch radica en el énfasis sobre las armas de fuego, particularmente en las personas que las enfundan, así como en la función que juegan en las narraciones y representaciones sobre conflictos armados y, por lo tanto, en la articulación del estado moderno. Esch se adentra no solo en los distintos discursos y narrativas sobre modernidad, sino que analiza las controversias y ambigüedades existentes en todo conflicto violento: las armas como accesorio de poder, así como las desigualdades que surgen también dentro de las luchas por la igualdad y la democracia.