Mediaciones tecnofeministas en contra de la violencia a las
mujeres en México
Marcela Suárez
Freie Universität Berlin
Reviewed Book:
Castells, M. (2015): Networks of Outrage and Hope: Social
Movements in the Internet. Cambridge: Polity Press.
La violencia contra las mujeres es un problema latente en México.
Según estadísticas proporcionadas por el Gobierno Federal y por
ONU Mujeres, en el país de 1985 a 2014 hubo 47,178 feminicidios
(SEGOB, 2016). Es
preocupante que en los últimos cuatro años se
han incrementado los casos de feminicidios de manera vertiginosa.
Estos hechos no pueden entenderse de manera aislada. México está
atrapado en altos niveles de corrupción, impunidad e incremento
generalizado de violencia asociados al combate al narcotráfico.
Por desgracia, dichos feminicidios no se han investigado con una
perspectiva de género.
De hecho, la mayoría de ellos permanecen invisibles o sin castigo.
En este contexto, colectivos feministas han utilizado nuevas
tecnologías y estrategias de mediación digital para intervenir en
espacios urbanos y digitales y así hacer visible la creciente
violencia contra las mujeres en el país. Este es el caso del
colectivo feminista Rexiste. Dicho colectivo está desarrollando
redes socio-digitales para abrir nuevos espacios de participación
política. Rexiste produce lo que Castells llama “espacios híbrido”
que significa la combinación de un espacio en un determinado lugar
y territorio con un espacio de flujos en Internet (Castells 2015,
p. 171).
En la segunda edición del libro Networks of Outrage and Hope:
Social Movements in the Internet publicada en 2015, Castells
analiza las dinámicas, los valores y las potenciales
transformaciones sociales de los movimientos sociales para
articular resistencias. El libro parte de hipótesis derivadas de
la observación de la naturaleza y perspectivas de los movimientos
sociales con el objetivo de identificar nuevos patrones de cambio
social e incitar el debate acerca de diferentes movilizaciones a
nivel global. La primera edición de este libro fue en el 2012.
Esta segunda edición cuenta con diez capítulos, siendo dos de
éstos nuevos. En uno de ellos Castells analiza la formación de
espacios híbridos en los casos de #Yosoy132 en México (2012), las
protestas por la denuncia de corrupción en Brasil (2013-2014), los
enfrentamientos en Turquía (2013) y el movimiento estudiantil en
Chile (2011-2013). El otro capítulo añadido analiza el impacto de
dichos movimientos en términos de cambio político. El libro
contiene una caracterización de las formas y significados de lo
que Castells llama los networked social movements. Con este
término el autor analiza el papel que tiene Internet en la
movilización de la acción colectiva más allá de sus contextos
locales. El libro está dirigido a investigadores, activistas,
pensadores críticos, entre otros.
A través del análisis del caso del colectivo Rexiste, este ensayo
tiene como objetivo problematizar los entendimientos actuales de
las diversas tecnologías digitales como artefactos autónomos y
neutrales para visibilizar las relaciones de poder que se
reproducen. El objetivo es plantear reflexiones basadas en dicha
obra de Castells para promover nuevos entendimientos del papel que
las nuevas tecnologías digitales tienen en la apertura de espacios
híbridos para articular la participación política y la impugnación
de poder. Sin embargo, al cumplir dicho cometido, este ensayo
también muestra los límites de la obra de Castells en cuanto a la
falta de herramientas analíticas para analizar agencias no humanas
y visibilizar las relaciones de poder dentro de los movimientos
sociales. En este sentido, la obra de Castells puede ser
complementada con la literatura feminista tecnoscientifica como
detallo al final de este ensayo.
El ensayo toca tres temas discutidos por el autor relacionados con
el papel que está teniendo Internet en dichos movimientos. El
primer tema se refiere al papel de
Internet en la emergencia de
espacios híbridos. El segundo tiene que ver con la emergencia de
estrategias de contra-poder. El tercero está relacionado con la
conexión entre los diferentes movimientos sociales a nivel global.
Al respecto, el autor señala que los movimientos en red tienen un
elemento en común: la creación de redes autónomas de comunicación
a través de la red y sistemas de comunicación inalámbricas. Esto
promueve la emergencia de comunidades locales y globales a la vez,
así como prácticas comunes debido a que sus acciones están
conectadas.
Los tres temas propuestos por Castells serán analizados a la luz
de las prácticas del colectivo Rexiste que lleva a cabo
intervenciones en espacios urbanos con la ayuda de su así llamada
hermana pequeña “Droncita”. Droncita es, por un lado, un vehículo
aéreo no tripulado (dron) que ha sido apropiado por el colectivo
como tecnología socio-digital para tomar fotos y videos en
protestas e intervenciones públicas a manera de crear narrativas
visuales de contra-cultura. Por otro lado, Droncita es también un
personaje de ficción femenino en la lucha por el cambio
sociopolítico en México. De hecho, tiene su propia cuenta de
Twitter y YouTube donde a través de sus posts desafía los
discursos públicos de las autoridades. Droncita es así un actor
híbrido que conecta y traduce, es decir, media los espacios
urbanos y digitales.
Fuente: Captura de pantalla tomada por Marcela Suarez de la cuenta
de Twitter de Droncita con autorización del colectivo.
El colectivo Rexiste junto con Droncita ha participado en varias
intervenciones y movilizaciones públicas para aumentar la
conciencia a escala global sobre los feminicidios y la violencia
contra las mujeres, la desaparición de personas (como la de los 43
estudiantes normalistas de Ayotzinapa), violaciones a los derechos
humanos, así como la criminalización de protestas civiles.
Una movilización importante fue la llevada a cabo el pasado 24 de
abril de 2016 en la marcha en contra de la violencia machista en
la Ciudad de México. La protesta empezó en la explanada de
Ecatepec (Estado de México) que es el municipio que actualmente
ocupa el primer lugar en defunciones femeninas con presunción de
homicidio en México (SEGOB, 2016). Ahí, se reunieron diferentes
colectivos feministas quienes pintaron con enormes letras blancas
un tag monumental con la frase: „Estado Feminicida“. Desde arriba
y a la distancia, Droncita tomó fotos de las letras a manera de
acto simbólico en el espacio urbano para visibilizar la impunidad
y la falta de investigación judicial en los casos de feminicidios.
Además, en la cuenta de Droncita en Twitter se dio un seguimiento
de la marcha a través de videos. Las fotografías fueron posteadas
en la cuentas de redes sociales con frases como „vivas nos
queremos“ o „primavera violeta“. Después del mega tag en la
explanada de Ecatepec, la movilización continuó hacía el Monumento
a la Revolución en la Ciudad de México. Las y los manifestantes
vestían de color violeta a manera de acto simbólico para ocupar el
espacio público y reivindicar prácticas históricas de activismos
feministas.
Fuente: Captura de pantalla tomada por Marcela Suarez de la cuenta
de Facebook de Rexiste con autorización del colectivo.
¿Internet o una red de tecnologías socio-digitales?
Las prácticas de Rexiste muestran el papel que están teniendo las
tecnologías digitales en la generación de nuevas formas de
intervención en espacios urbanos y estrategias de contra-cultura.
Si bien la obra de Castells se enfoca en el papel de Internet en
la acción colectiva, la experiencia de este colectivo muestra que
es una red más amplia de tecnologías digitales junto con agencias
distribuidas con las integrantes de los colectivos las que
explican las movilizaciones y creación de espacios híbridos
(urbanos y digitales). Entre ellas destacan por ejemplo software,
drones, plataformas de redes sociales, tabletas, computadoras,
entre otras. Rexiste, por ejemplo, está apropiando un dron como
una tecnología socio-digital disruptiva para promover redes de
actores heterogéneos. Esta apropiación es a la vez una innovación
en la intervención en espacios públicos y protestas que también
forma parte de los movimientos sociales en red. Esto hace un
llamado a descentrar el enfoque común en Internet sobre el
análisis de las tecnologías digitales y abrir el debate a la red
de actores humanos y no humanos que movilizan la acción colectiva
para intervenir en espacios híbridos.
Fuente: Captura de pantalla tomada por Marcela Suarez de la cuenta
de Facebook de Rexiste con autorización del colectivo.
De espacios híbridos y mediaciones
La literatura de participación política y movimientos sociales
hace un llamado para trascender la llamada „división digital“
(off/on-line) entre los espacios urbanos y virtuales. La idea es
analizar las prácticas de los colectivos con el fin de rastrear
las interconexiones mediante la exploración de las formas en que
las tecnologías digitales son inseparables de nuestras
actividades, materialidades, tecnologías y prácticas diarias
(Postill, 2012; Shah, Purayil Sneha, & Chattapadhyay, 2015).
Sin embargo, tanto en la obra de Castells como en la de los
autores que proponen trascender el „digital divide“, todavía hace
falta profundizar y discutir quiénes son los actores que hacen
posible este continuum para trascender la división de espacios y
mediante qué mecanismos los conectan. Es decir, quiénes son los
mediadores.
El caso de Rexiste muestra que los diversos actores, agencias,
materialidades y fenómenos culturales están conectados a través de
Internet y que Droncita actúa como mediadora de la acción
colectiva al conectar el espacio digital y los espacios urbanos.
Desde su cuenta de Twitter y YouTube, Droncita convoca a
movilizaciones, provee contraevidencia de abusos de poder y hace
visible la creciente criminalización de la protesta. Además del
espacio digital, Droncita también ha contribuido con innovaciones
sociales inesperadas al permitir la construcción de nuevas y
alternativas realidades y espacios públicos, a saber, el espacio
aéreo que estaba reservado para usos gubernamentales, militares o
comerciales.
Contra-poder y estrategias feministas
Otro de los temas planteados por Castells se refiere al
contra-poder. El autor define a este como la capacidad que tienen
los actores sociales de desafiar el poder de las instituciones a
través de reivindicar formas propias de representación de sus
valores e intereses. El colectivo Rexiste ha creado estrategias de
contra-poder, por ejemplo, al apropiar un dron con un fuerte
imaginario militar para usos sociopolíticos. Asimismo, las mismas
imágenes del dron son también instrumentos de contra-poder pues
permiten desafiar las narrativas visuales de los medios de
comunicación y del gobierno en un contexto de creciente
criminalización de la protesta.
Sin embargo, para analizar las estrategias de contra-poder tenemos
que pensar en la tecnología que le da vida a Droncita no sólo en
términos de su diseño, sus ventajas o riesgos como tecnología
socio-digital. Si bien es cierto que dentro de los movimientos
sociales se crean estrategias de contra-poder, es también
necesario no caer en visiones triunfalistas de las tecnologías
digitales. Rexiste pone en el centro del debate la necesidad de
hacer visibles las relaciones de poder de género.
De hecho, la misma apropiación del espacio urbano y digital de
este colectivo es a través de narrativas visuales, textuales y
simbólicas feministas a manera de hacer visibles las asimétricas
relaciones de género, los abusos de autoridad e impunidad, pero
también los imaginarios sociales respecto al género dominante en
los usos de tecnologías digitales. En la misma lógica, hay también
límites en los mismos espacios digitales en términos de quién
tiene acceso a este tipo de tecnologías y por lo tanto quién
termina al final siendo representado. No es casualidad entonces
que Droncita sea una personificación de una mujer-maquina
preocupada por impulsar cambios socio-políticos en México.
Movimientos conectados
Por último, el caso de Rexiste corrobora el argumento de Castells
respecto al carácter global de movimientos en la acción colectiva.
Los drones están desempeñando un papel cada vez mayor como
tecnologías sociales y disruptivas en los espacios urbanos a
través del desarrollo de plataformas transnacionales políticas,
comunidades virtuales, y acciones colectivas en red que demandan
el
derecho a „la vista desde arriba“ apropiando con ello el
espacio aéreo como espacio público (Suarez, 2016).
Sin embargo, cada colectivo lo hace a través de diferentes
estrategias innovadoras. Por ejemplo, un colectivo está apropiando
drones para llevar a cabo contra-cartografías en Rio de Janeiro y
denunciar el desplazamiento de comunidades locales debido a la
violencia de empresas constructoras en el marco de los juegos
olímpicos en esa ciudad (de Soto, 2015).
Por su parte, el artista TEC, parte de un colectivo artístico,
realiza intervenciones en las calles de São Paulo y juega con
diversas perspectivas visuales ofrecidas por el dron a manera de
apropiar espacios urbanos. Por último, las prácticas que han sido
exclusivas de Rexiste interviniendo en el espacio público a través
de pintar tags monumentales en plazas emblemáticas se han
replicado en otros lugares tanto en México como en Francia para
denunciar abusos de poder.
A la luz de estas reflexiones se hacen visibles los vacíos en la
obra de Castells que pueden llenarse a través de conexiones con la
literatura feminista. Uno de ellos es la necesidad de incorporar
en el análisis la gama de diversas tecnologías digitales y
agencias distribuidas entre actores humanos y no humanos que dan
paso a nuevas formas de intervención en espacios urbanos. Otro
vacío que hay que atender es el del papel de los mediadores en los
espacios híbridos, específicamente, quiénes son los actores que
conectan espacios a través de procesos de traducción. Esos
mediadores no tienen que ser precisamente resultado de agencias
humanas.
Por último, es necesario pensar los movimientos sociales y el uso
de tecnologías más allá de una visión determinista y triunfalista
para analizar también las mismas relaciones de poder que se
reproducen, especialmente en cuanto a relaciones de género y
acceso y uso de las nuevas tecnologías digitales. Para ello será
necesario hacer visibles
otras divisiones relacionadas con el
género, clase y etnicidad que son reproducidas por las nuevas
tecnologías.
Para esto, se debe hacer referencia a otras obras que nos brinden
los elementos para pensar los movimientos sociales, los activismos
y el uso de tecnologías digitales desde posiciones no
privilegiadas, es decir, desde visiones feministas como las que
sugiere Feigenbaum en su artículo „From cyborg feminism to drone
feminism: Remembering womens’ anti-nuclear activisms“ (2015). En
este artículo la autora mapea la historia del activismo feminista
a manera de conceptualizar la influencia actual y futura de las
tecnologías de los drones en las prácticas de los movimientos
sociales (p. 270). A través de hacer referencia al feminismo como
una práctica activista, la autora destaca el paralelismo entre la
metáfora de ciborg de Haraway con el de dron desde que es también
una tecnología que nace de las estructuras de poder del
militarismo y sistema capitalista patriarcal pero en una nueva
generación en la era de los algoritmos (p. 280). Estos elementos
enriquecerán el repertorio de análisis de los espacios en
conceptualizar y discutir el papel de mujeres-máquinas como
Droncita como actor importante en las dinámicas sociopolíticas de
las ciudades globales.
Bibliografía
de Soto, P. (2015): Contravisualidad aérea y ciencia ciudadana
para el uso de UVAs como tecnología social, in: Teknocultura,
12(3), 449-4471.
Feigenbaum, A. (2015): From cyborg feminism to drone feminism:
Remembering women’s anti-nuclear activisms, in: Feminist Theory,
16(3), 265-288.
Latour, B. (1994). On technical mediation, in: Common Knowledge,
3(2), 29–64.
Postill, J. (2012): Digital Politics and Political Engagement, in:
Digital Antropology.
SEGOB (2016): La violencia feminicida en México. Aproximaciones y
tendencias 1985-2014. México; D.F.
Shah, N., Purayil Sneha, P., & Chattapadhyay, S. (2015):
Digital Activism in Asia Reader. Digital Activism in Asia Reader.
Milton Keynes: Meson press.
Suarez, M. (2016): Colectivos sociales y cyborgs: hacia una
lectura feminista de los drones, in: Teknocultura, 13(1), 271-288.