Ludmila da Silva /
Mariana Giordano / Elizabeth Jelin (comp.):
Fotografía e identidad. Captura por la cámara, devolución por la
memoría
Buenos
Aires: Editorial Nueva Trilce, 2010, 187
páginas + DVD Documental
Reseña: Andrea Cagua Martínez
♦ “Esa
brecha, ese hiato entre las imágenes fotográficas (…) y los sujetos
representados en ellas es el foco de este libro y del proyecto de investigación
que le dio origen. El objetivo central fue indagar sobre los procesos
simbólicos y subjetivos que ocurren cuando se abren escenarios de encuentro/
reencuentro/ rechazo de esas fotografías. Vale la pena preguntarse qué generan
esos procesos: ¿restitución?, ¿reconocimiento?, ¿distanciamiento?, ¿ajenidad?”
(p.9)
Estas son las preguntas desde las
cuales parten las editoras para realizar el proyecto de investigación Captura
por la cámara, devolución por la memoria. Imágenes fotográficas e identidad,
que motivó este libro en el cual exponen su experiencia de trabajo de campo y
lo discuten, junto con otros autores presentes en el proceso, en seis ensayos y
dos documentales dirigidos a personas interesadas en llevar la teoría de la
memoria y la imagen a la práctica.
Las investigadoras se proponen
problematizar la relación de la fotografía que fija el pasado con la memoria
que trabaja el presente y cómo, en el puente generado con la devolución de la
imagen, el sujeto retratado crea una identidad personal o colectiva. Igualmente
cuestionan el papel que ellas mismas desempeñan al ayudar a construir ese
puente.
Este ejercicio de restitución y construcción de memorias a
través de retratos fotográficos lo llevan a cabo en Argentina con tres grupos
diferentes. El análisis de cada trabajo de campo lo realizan dos autores,
poniendo a debatir puntos de vista.
El primer encuentro es con indígenas
chaqueños. Mariana Giordano (Doctora en Historia especializada en estudio y
documentación de la imagen) y Alejandra Reyero (Licenciada en Letras y
doctorante en Artes) seleccionan y muestran un acervo fotográfico a algunas
comunidades en las que viven etnias Toba, Mocovi y Wichí, y en las que salen
retratados “sus antepasados”. Giordano se enfoca en las narraciones,
apropiaciones, (re)encuentros del material y los receptores. En un trabajo
especialmente descriptivo se hace explícito el proceso investigativo y se
evidencian los problemas que pueden surgir al intentar articular la teoría del
académico y los resultados prácticos. Reyero, por su parte, muestra los límites
del trabajo por el problema que implica enfrentar una memoria visual y una
tradición oral. En un estupendo ensayo replantea el rol de la fotografía frente
a comunidades de habla y compara las dimensiones de lo visible y lo enunciable
para resolver, en este caso, que el valor de la imagen como mecanismo de
inscripción del pasado es absorbido por otra forma de conmemoración, la
oralidad.
En segundo lugar se estudian el
retorno de una ex detenida a un antiguo Centro Clandestino de Detención en
Campo de la Ribera, Córdoba, y la exposición de fotografías del mismo edificio,
ahora escuela, a ella y los moradores del barrio. En este caso, Ludmila da
Silva Catela (Doctora en Antropología Cultural enfocada en estudios de la
Memoria) y María Molas y Molas (Licenciada en Psicología) son las encargadas
del análisis. Se destaca el trabajo de da Silva Catela en el que explica cómo
la fotografía sirve aquí como vehículo de la memoria y le da una imagen visual
a la experiencia de la ex prisionera que había vivido su cautiverio por medio
de otros sentidos al ser vendada y, por lo tanto, restringida en su visión.
El tercer tema y debate lo entablan
Elizabeth Jelin (Doctora en Sociología, especialista en derechos humanos y
memoria) y Pablo Vila (Doctor en Sociología, especialista en cultura e
identidad). Dentro del mismo ensayo presentan su reencuentro con los vecinos de
un barrio popular del Gran Buenos Aires retratado en los años ’80, experiencia
tras la cual se había publicado el libro Podría ser yo (1987), de los mismos
autores. Para este ejercicio los investigadores se reúnen con la gente del
barrio y con trabajadores para observar cómo ha cambiado su percepción del
libro, de las mismas imágenes y de su cotidianidad.
Finalmente, en cuanto a los videos,
da Silva Catela los introduce con un texto en el que reflexiona sobre la
condición y responsabilidad del fotógrafo/ camarógrafo al crear imaginarios
audiovisuales. Dos cortos reunidos bajo el título Dos historias, dos centros
clandestinos de detención. Jujuy-Argentina y otro titulado Nueva Pompeya, sobre
identidad y discriminación hacia los indígenas, completan el libro. Este
ejercicio, en conjunto, apunta a la comparación entre diversos tipos de
registro y la creación de textos por parte del antropólogo. A propósito dice la
autora:
“El antropólogo no sólo «escribe»
para poder entender, comprender y analizar las diferencias culturales,
políticas, religiosas, jurídicas, sino también produce textos y sus
significados políticos (…) Aquí radica uno de los objetivos centrales de
difundir estas imágenes en este libro. El campo de estudios sobre las memorias
viene contribuyendo a construir una mirada desafiante en relación a cómo se
enmarcan las articulaciones entre la responsabilidad profesional y la práctica
política.” (p. 180)
Estos cuatro ejercicios comparten un
aspecto clave, que, por lo demás, resulta ser muy interesante: la devolución de
la imagen a los sujetos retratados re-direcciona el proceso en el cual un
fotógrafo captura una situación a la que se le atribuye el carácter de “real” y
el acervo se vuelve ajeno a estos. Las autoras logran salir del análisis intrafotográfico
para vincularlo con un contexto y unas narraciones. Estas resultan ser la voz
de los “capturados” sobre el trabajo fotográfico y sobre la creación que otro
hizo de ellos, en el caso de los indígenas chaqueños apropiación o
indiferencia, en el de la ex–detenida evocación y validación de su experiencia,
o en el de los vecinos, replanteamiento de su identidad colectiva y sus
diferencias. Claramente, no se desconoce la intervención de las autoras en el
proceso.
Que las investigadoras identifiquen
las contradicciones en el ejercicio y las expongan también es valioso para el
lector. Ellas argumentan que el fotógrafo hace de colonizador y ejerce
violencia sobre el sujeto colonizado al construir las imágenes del “otro” desde
una perspectiva ajena y, sin embargo, ellas repiten el proceso al tomar fotos y
videos en su trabajo de campo y al llegar con un marco teórico que algunas
veces se aleja de las respuestas de los retratados. Algunas autoras hacen
evidente esta paradoja y la vuelven un punto de discusión, otras plantean su
investigación de tal forma que procuran no caer de forma ingenua en este
problema. Esto es especialmente notorio en el caso de los indígenas chaqueños,
quienes se concentraron en aspectos como el fisonómico o los indicios secundarios,
aspectos que no esperaban las investigadoras, para después abordar temas
lingüísticos. En este caso se presentan los lugares de discordancia y después
se incluye el estudio de la oralidad como eje clave.
En cuanto a la presentación del
texto, es pertinente la discusión entre los académicos alrededor del mismo tema
e incluso del mismo caso, acompañado de las imágenes que cada uno selecciona
para su argumentación. Aunque desarrollan la investigación con un bagaje
teórico similar, los enfoques varían y enfatizan diversos puntos que ayudan a
abordar las cuestiones que surgen al trabajar fotografías, memorias e
identidades: por ejemplo, da Silva Catela desde la memoria personal y el
espacio redescubierto, Molas y Molas desde los cambios del espacio y la identidad
colectiva.
Sin embargo, los ensayos pueden ir
desde construcciones teóricas muy densas en pocas páginas, lo cual lleva a que
ciertos conceptos como procesos de la memoria se den por entendidos, a largas
descripciones carentes de conclusiones sólidas, que aparentemente corresponden
a estudios sin terminar o a observaciones no analizadas por completo.
El problema se podría explicar
porque en todos los ensayos los autores remiten a otros textos en los cuales ya
habían trabajado estos temas, textos que probablemente traten los tópicos con
más cuidado y profundidad. Fuera de eso, en este libro se ahonda más en el
proceso que en los resultados. Investigación previa, selección de fotografías,
entrevista, testimonios, improvisaciones y observaciones, la descripción del
proceso investigativo y sus problemas es minuciosa.
Por lo tanto, una persona sin ningún conocimiento puede
encontrar elementos llamativos pero no va a sacar tanto provecho de esta
lectura, y alguien que quiera profundizar en la teoría y en los temas tendrá
que remitirse a los textos mencionados por los investigadores. Este es un libro
para especialistas en antropología visual o en el tema de la memoria y la
fotografía, que ya se han enfrentado a la teoría y que se interesan por tener
una guía o ejemplo de cómo se lleva a la práctica, cómo se conduce un trabajo
de campo y cómo entran en diálogo diferentes posiciones. En resumen, es un
texto que no se cierra en conclusiones sino que abre y plantea cuestiones al
investigador. ♦