Centroamérica más allá del estigma de la violencia: Entrevista con Jennifer Burrell
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Entrevista realizada por Jennifer Chan y Laura Aguirre Hernández
Jennifer Burrell es antropóloga sociocultural con más de 20 años de trayectoria investigativa sobre migración, seguridad y derechos humanos en Guatemala, México y Estados Unidos. Se ha dedicado a intentar entender, desde una perspectiva histórica, los procesos que han dado forma a estos países, especialmente a los centroamericanos que componen una de las regiones más violentas del mundo. Es profesora asociada de antropología en la University at Albany, State University of New York. Recibió el grado de doctor en la New School for Social Research en 2005 y un certificado en legislación criminal internacional, legislación humanitaria internacional y legislación en derechos humanos de la Universidad de Salzburgo, Austria en 2002.
Sus intereses de investigación incluyen cuestiones de poder,
violencia estructural y política, economía política y la
construcción de desigualdades. Sus proyectos actuales examinan
1) generación y derechos en el nexo de la migración y el
security-making entre inmigrantes en los Estados Unidos y las
comunidades de las que provienen en Centroamérica y México y 2)
Seguridad, democracia y los límites del Estado en la Guatemala
contemporánea. Burrell fue Fulbright Fellow en Guatemala de 1999
a2000 y fellow en Re:Work en la Universidad Humboldt en Berlin
de 2013 a 2014. De 2014 a 2015 es la primera joint fellow del
SFB 700 “Governance in Areas of Limited Statehood”, Project C3 y
DesiguALdades.net.
Su investigación ha recibido apoyos de la Wenner Gren
Foundation, la Gerda Henkel Foundation y el Programa de
Investigación de Migración y Salud (PIMSA). Sus libros incluyen
Maya After War: Conflict, Power and Politics in Guatemala
(University of Texas Press, 2013) y Central America in the New
Millennium (Berghahn, 2013). Para la edición 4 (1) de CROLAR
sobre desviación y género, Jennifer Burrell ha compartido con
nosotros algunas de las reflexiones que ella ha venido
elaborando en las últimas dos décadas alrededor de la
complejidad que caracteriza las relaciones de poder, la
violencia política y económica y las desigualdades históricas
que prevalecen desde Centroamérica hasta Estados Unidos.
Centroamérica, después de los procesos de pacificación y transición a la democracia, ha desaparecido de las agendas de interés geopolítico. Usted afirma que esto es producto lógico del nuevo orden capitalista del mundo ¿podría explicarnos esta afirmación?
He pensado en lo que ustedes han dicho, en el énfasis que han
hecho en cómo la región ha sido naturalizada como violenta.
Parte de mi trabajo como etnógrafa es precisamente dialogar con
esas ideas de naturalización de la violencia, naturalización de
la pobreza, incluso de los desastres. La forma en que yo he
reflexionado sobre estas cuestiones es desde la larga historia
de desigualdades persistentes en la región y el proceso de
capitalismo tardío y profundo o neoliberalismo que la ha
caracterizado más recientemente. Estas son las cuestiones sobre
las que he estado pensando acerca de la región. Entonces lo que
tenemos es una larga historia de desigualdades persistentes, un
capitalismo profundo y al mismo tiempo también procesos de
transición a la democracia. Estas transiciones están conformadas
no sólo por los hechos sino también por las expectativas
generadas y los actores involucrados. Estas expectativas creo
que tienen mucho que ver con cómo las personas entienden la
democracia, cuál es el concepto de democracia y nacionalidad,
cómo es la democracia en diferentes países. Entonces ¿Qué
significa hablar de democracia neoliberal? Por ejemplo, muchos
hablan de Guatemala como un estado fallido, lo sea o no, muchos
de los argumentos acerca de esto tienen que ver con la idea que
el estado ha fallado con respecto a la seguridad. Pero si
pensamos en Guatemala, también ha sido un ejemplo extraordinario
de éxito en cuanto a ser una democracia neoliberal. Guatemala
firmó la paz, se abrió a diferentes mercados, privatizó lo que
normalmente es nacional y atrajo mucho inversores extranjeros.
Entonces pienso que las expectativas respecto a lo que se espera
de la democracia y lo que se entiende por democracia, todo es
parte de lo que es Centroamérica actualmente. En mi trabajo he
tratado de entender las similitudes y diferencias entre las
experiencias, pero también estoy interesada en la idea de
transición. La transición se refiere a un movimiento de una cosa
a otra e implica también una espera, esperar hasta que ciertos
parámetros se hayan cumplido, hasta que ciertas funciones del
estado se lleven a cabo, hay que esperar ciertos resultados.
Entonces al final de mi libro hablo de estas expectativas, de la
esperanza de que esas expectativas serán cumplidas.
¿Entonces todavía es una pregunta abierta?
Sí, es una pregunta abierta. Y sí, bueno, para todas las regiones que tienen transiciones esta es una pregunta abierta. Hay que preguntarse cómo funciona. Se tiene que pensar bien sobre esta función de esperanza (hope), de esperar. Es muy importante para entender las épocas de transición.
Usted ha dicho que una de las cuestiones que caracteriza
a Centroamérica es la migración y sobre todo la migración
indocumentada. En la literatura una de las cosas que se ha
señalado es que este movimiento ha dejado de verse como
una estrategia legítima para procurarse una mejor vida. Y
en los discursos dominantes de la migración aparece como
un instrumento del crimen organizado y los migrantes
indocumentados aparecen como víctimas a las que hay que
rescatar. Al mismo tiempo han surgido una serie de
políticas y marcos legales internacionales que amparan
esta idea de que los migrantes son víctimas del tráfico o
de la trata de personas. Estos marcos se presentan como
instrumentos protectores de los derechos humanos de los
migrantes. Entonces ¿Cuál es el papel que tienen estos
marcos internacionales en la creciente vulneración de los
derechos humanos de los migrantes?
Yo estoy, de hecho, particularmente interesada en esta pregunta
como antropóloga. Mi reacción inmediata a esta pregunta es que
hay que recordar que los flujos migratorios son ahora
sustancialmente —especialmente en el norte de México—
controlados por el crimen organizado, pero al mismo tiempo
pienso que es importante recordarnos que lo que sigue motivando
a la mayoría de las personas es el factor económico. Sí, hay
varias otras razones para migrar. Sin embargo, la mayoría sigue
siendo migrantes económicos y yo estoy preocupada de que esto se
pierda de alguna manera en este nuevo discurso que quiere ver la
migración. Claro que es muy importante, pienso, establecer
mecanismos para lidiar con la cuestión de los abusos a los
derechos humanos. Pero hay que recordar que la gente hace esto
para mejorar sus vidas, ellos saben que será duro, ellos saben
lo difícil que será , ellos saben que quizá tendrán que pasar un
tiempo en México o que serán deportados. Pero lo que ellos dejan
en casa son hipotecas de propiedades, deudas usualmente a
grandes intereses, son hipotecas de su futuro, del futuro de sus
familias, de sus hijos. Por eso sigue siendo cuestión económica.
Yo pienso que no debemos perder ese lado del fenómeno,
especialmente en la región del triángulo del norte. Finalmente
se está prestando atención a la cuestión de los derechos humanos
y lo que está pasando a la gente en este paso. Entonces sí, hay
un incremento de la miseria, un incremento de la desposesión y
no podemos olvidar dentro de este marco al crimen organizado.
Pero para la gente todavía hay algo por lo que vale la pena
migrar y eso está en el centro de esta pregunta. La otra cosa
que está pasando, y en lo que he estado pensando, es que las
personas se siguen moviendo a través de redes de confianza y
estas redes traen personas, pero también cosas como medicinas,
comida, tortillas y cualquier otra cosa. Cuando estuve haciendo
esta investigación en Centroamérica algo que surgió fue que esta
es una de las estrategias que las personas usan. Entonces, con
estas redes la gente se mueve, la gente se mueve con personas
que conocen, con personas en las que confían. Frecuentemente
vemos hombres y mujeres que han venido a Estados Unidos con
alguien en el que confían, por eso se mueven, porque
precisamente saben con quién lo están haciendo. Claro que
cualquier cosa puede pasar, es parte de ese proceso. Sí hay
crimen organizado, pero también existen estas redes
interpersonales que hacen posible la migración. Esa es la otra
parte, la inserción de los recursos locales, los sentimientos,
los afectos, la idea de la gente de que todavía es posible. Es
económico, pero también es sobre relaciones interpersonales.
¿Por qué en este discurso del tráfico de personas las mujeres
aparecemos como una categoría especialmente vulnerable, al nivel
de los niños? ¿Por qué las mujeres somos construidas así en este
discurso sobre migración? Parte tiene que ver con la manera en
que se piensa en derechos humanos y la manera en que los
derechos humanos se posicionan respecto a la migración. Muchos
de nosotros, que ya tenemos años haciendo investigación en la
región, hemos visto muchos abusos a los derechos humanos, abusos
masivos a los derechos humanos, crímenes masivos. Y ahora hay
una serie de mecanismos para abordar esto. Quiero abordar esta
pregunta hablando de la frontera norte y de los feminicidios que
tienen lugar ahí. Parte de lo que se ha investigado ha
demostrado que muchas de las mujeres asesinadas son de hecho
migrantes. Y por alguna razón es el lugar donde tuvieron que
parar y tratar de pasar o las deportaron y volvieron a tratar o
alguna otra razón. Aunque es difícil seguir este rastro hay
muchas personas locales, familias locales buscando a las mujeres
de sus familias, y estos mecanismos que se ocupan para intentar
rastrear a estas mujeres han creado un tipo de comunidad de
familiares que están buscando también a estas migrantes
desaparecidas. Estas redes son en extremo importantes y
comenzaron con una idea, una pregunta ¿por qué tenemos todas
estas mujeres migrantes desaparecidas? Y luego está el hecho de
que también muchas de esas mujeres son locales y después está la
idea de que este es un problema regional y particularmente de la
región centroamericana porque gran cantidad de las migrantes
desaparecidas provienen de Centroamérica. Entonces ¿qué haremos
al respecto las organizaciones, las familias, las organizaciones
que trabajan por los migrantes? Esta es una forma de ver la
cuestión de los derechos humanos, esta idea de qué hacer
respecto a este problema y cómo encontrar técnicas de manejar
esta situación de migración. La otra cosa es que también hay
feminicidios en los países en Centroamérica y el problema es la
impunidad, una impunidad que atraviesa las fronteras en esta
región particular.
Luego la otra pregunta era si el discurso de los derechos
humanos actúa de una manera particular para reforzar las
democracias neoliberales. Y sí, pienso en mi trabajo y en el
trabajo de muchos otros que muestran que esto es verdad. Pero lo
que he tratado de hacer más recientemente y en lo que estoy
trabajando actualmente es en mostrar cómo el concepto de human
rights es muy fluido y dinámico y se mueve y transforma
transnacionalmente tomando diferentes significados. Cómo es
interpretado en El Salvador o en Guatemala, por ejemplo, después
de los conflictos es a veces contradictorio u opuesto cómo la
gente lo interpreta en los Estados Unidos. Esta es una cuestión
en la que debe pensarse. A pesar de que está la idea de
universalidad, esta no es la forma en que se posiciona en todas
partes. Por lo tanto, es una pregunta que se puede posicionar en
la región centroamericana ¿Qué significan ahí los derechos
humanos? o ¿Qué significa legal e ilegal para la gente en
diferentes lugares? ¿Qué opciones tienen para acceder a los
derechos humanos, qué opciones no tienen? Y también está
relacionado con el discurso transnacional sobre migración y
crimen y economía. Tanto Centroamérica como Latinoamérica han
producido una rica literatura sobre cómo se entienden en la vida
cotidiana los derechos humanos y qué son para la gente. La gente
aprende qué son los derechos humanos de diferentes maneras. Y la
complejidad de la ley hace que las personas perciban de
diferente manera lo que significan los derechos humanos.
Yo creo que la otra pregunta sobre migración en relación con la
seguridad y la criminalización... si el discurso de los derechos
humanos es parte de los discursos de seguridad y criminalización
de la migración… yo creo que toda la idea acerca de seguridad y
derechos humanos se entiende en muchos lugares como que la idea
de seguridad niega o pone en cuestión algunos de los derechos
humanos o, si no, que se ignoran los problemas de seguridad que
han sido posicionados como fundamentales por privilegiar los
derechos humanos. Hay varios casos interesantes de cómo los
derechos humanos se mueven de un periodo particular en el que
son muy visibles en la vida cotidiana de las personas a otro
momento en el que los derechos humanos parecen ser parte de un
proceso que ha sido remplazado por algo más como es el de la
seguridad en Centroamérica o como las personas se vuelven riesgo
de seguridad. Y esto tiene que ver con ser construidos como
víctimas dentro del discurso de derechos humanos y ser
construidos como riesgo dentro del discurso de seguridad. Y
estas dos figuras se construyen simultáneamente y se interrumpen
una a la otra en privilegio de una de las dos cada vez que es
necesario.
Su libro más reciente ‘Maya After War: Power, Conflict and
Politics in Guatemala’ (2013) representa la culminación de
un largo trabajo etnográfico en Todos Santos, Guatemala y
ofrece una visión novedosa acerca de las regiones en
transición (el período de ‘After War’) a la paz y las
tensiones y ambivalencia que caracterizan a estas regiones.
¿Podría platicarnos de qué significó este proyecto para
usted? y ¿Qué lecciones del caso guatemalteco resuenan para
usted en otras regiones de Latinoamérica según sus
investigaciones?
Para mí este libro fue una forma de entender el período de
‘After War’ y la transición como un momento mucho más largo de
lo que normalmente consideramos desde el punto de vista de las
políticas de la transición. Cuando uno observa los procesos de
paz como los designan las Naciones Unidas u otras organizaciones
internacionales éstos son establecidos como un cierto número de
años y tras este período deben ‘completarse’ de alguna manera.
Pero como podemos ver al analizar casos de estudio de
Centroamérica, esta transición es un proceso mucho más largo. Se
crean referencias históricas a la guerra y después de la guerra
que influencian lo que las personas quieren hacer hoy, en este
momento. Para mí fue una manera de observar la naturaleza, a
largo plazo, de este proceso, pero también de estudiar los
conflictos. Y quiero subrayar el aspecto del conflicto en este
estudio, entender lo que está en juego para las personas y la
importancia que esto tiene. Ampliar la mirada a un amplio rango
de conflictos nos puede dar una idea más completa que mirar a un
conflicto único como sería si sólo miramos los linchamientos o
el vigilantismo o las iniciativas en contra de las pandillas,
etc. Quería enfatizar lo que perdemos cuando perdemos el
contexto histórico. Y también instar a entender los conflictos
en relación con la migración y con las narrativas que las
personas quieren contar acerca de su historia y de los
diferentes conflictos que experimentaron durante la guerra y que
continúan resonando y teniendo relación con todos los elementos
que componen este momento de post-guerra.
Lo que emerge de este proyecto en particular para mí es que un
énfasis en entender los conflictos locales es muy importante y
realmente central a la idea de cómo entendemos las transiciones,
ya que éstas son procesos políticos pero también procesos
profundamente personales para las personas con las que
trabajamos. Y cada persona tiene su entendimiento individual de
lo que pasó, quiénes fueron los enemigos, por qué era enemigos,
cómo y si vengarse o no, que tipo de acciones se pueden olvidar
y cuáles es imposible y tienen que ser encaradas de alguna
manera.
A pesar de que resulta imposible conocer cada historia
individual, como etnógrafa lo que trato de hacer es obtener una
perspectiva de cuál es el rango de diferentes versiones sobre
diferentes situaciones que las personas están tratando de
encarar hoy y cómo pueden acercarse a ellas a partir, por
ejemplo, de la intervención de los organismos de derechos
humanos o a través de la idea de de un representante del Estado
que generalmente no está presente en esos lugares que se
encuentran “al margen”. Cómo pueden resolver sus problemas a
través de la migración y los cambios económicos y de jerarquías
que ésta conlleva y que se están haciendo manifiestos en
diferentes formas durante este período. Así, el énfasis en los
conflictos locales es una manera de observar aspectos que pueden
no parecer demasiado importantes en sí mismos pero que son
centrales a la situación actual. Así que hay esta idea de
conflicto pero también una propuesta para estudiar la violencia
en la que estoy muy interesada y que es relevante para
intervenir en la idea que ciertos tipos de violencia se
presentan como un flujo que surge de la nada. Yo quiero
contradecir esta idea y mostrar que no, que estos ‘flujos’ de
violencia tienen raíces profundas y a veces son incluso lógicos.
Aunque no nos guste la idea, tienen sentido en un momento
particular y fueron, por tanto, para mí una manera muy
importante de entender cuando estaba tratando de analizar el
linchamiento del que hablo en el libro. Naturalmente, el hecho
de que haya un linchamiento mientras se realiza trabajo de campo
es una situación muy difícil y con todo, en lugar de caer en el
prejuicio de que estas personas podían darse a la violencia en
cualquier momento, mi propia experiencia me decía que eso no era
cierto. En este lugar particular, durante muchos años, este tipo
de sucesos no tenían lugar. Entonces, ¿cómo podemos entender el
momento en que sí pasó? ¿Qué confluencia particular de eventos,
historias y modos de organización existió para producir este
evento? Y ¿por qué continuó como una manera potencial de
resolver crímenes locales (mientras que no ha pasado en ningun
otro momento histórico)?
En el libro usted describe ese linchamiento de un turista
en Todos Santos, Guatemala, como una consecuencia de moral
panics causados por el poder, las políticas y la
gobernanza neoliberal. Habla de la relación entre moral
panics y moral economy, de esta forma sugiere una
interpretación de la violencia en relación con la
economía, la geografía, la raza y la experiencia
histórica. ¿Cómo se interpretan entonces estos ‘Violent
acts that are not deviant’ (en el sentido de
Scheper-Hughes que usted sugiere) en el contexto
guatemalteco?
Para mí, la cuestión era cómo entender este hecho violento como
no-desviado (deviant). Y por desviado me refiero de nuevo a esta
idea de violencia como un flujo imparable que aparece y golpea
de la nada. En ese momento yo leía relatos del hecho en el New
York Times y en ellos se hablaba de personas retrógradas —que
pensaban que podías robarles el alma por sacarles una foto— que
habían linchado a un turista y yo me preguntaba de dónde surgía
esa narrativa. Me preocupaba el tema de cuáles son las
responsabilidades éticas de analizar un suceso como este, ya que
se trata de un lugar donde he pasado mucho tiempo y del que
tengo un conocimiento particular tanto como de las personas que
viven en él. Es difícil hacer un análisis, porque por un lado no
quería convertirme en una apologista de este tipo de actos pero
por otro sí quería situarlos y llamar la atención de la gente a
que la narrativa que se ha usado para explicarlo, el de un
‘grupo de personas apenas tocadas por la modernidad’ ignora el
hecho de que la mayoría ha migrado a Estados Unidos y de regreso
en repetidas ocasiones. Ante esto ¿qué otros aspectos históricos
podían contribuir a entender este suceso? Lo vi como una
oportunidad de ofrecer una perspectiva analítica a debates
importantes, para intervenir en estos tropos discursivos y
narrativas. Lo que me lleva a la cuestión de qué es lo que
hacemos como investigadores con los resultados de nuestra
investigación. Para mí, nunca fue la intención escribir acerca
de linchamientos o vigilantes o pandillas pero estas cosas pasan
y son parte de este proceso transición y yo podía ver
exactamente las conexiones históricas donde empezaron a gestarse
estos procesos y sus conexiones con historias previas.
En cuanto a utilizar los conceptos de moral panics y moral
economy para hablar de los linchamientos, quiero dejar claro que
al describir este linchamiento en particular como un resultado
de moral panics hay que ser muy cuidadoso de no pensar que por
eso me refiero a que sea algo que pueda decirse de todos los
linchamientos. Pero en este caso particular este tipo de
análisis resultaba coherente. Escuché de muchas personas en el
pueblo el activo debate que existió en ese momento acerca de
cómo podía verse un secuestrador, cómo reconocerlo, qué hacer
para proteger a los niños, proteger al pueblo y la comunidad y
al mismo tiempo protegerse a sí mismos de hacer algo de lo que
después podía arrepentirse la aldea entera. Era todo parte de
una conversación muy extensa que se dio en este lugar y momento
específicos.
Relacionar el pánico moral con la economía moral también resultó
muy útil en este caso particular ya que algo que pasó después
del linchamiento fue que las estrategias de supervivencia en el
lugar desaparecieron para muchas personas. Fue una combinación
de la atención internacional al linchamiento al punto de que
apareció en las guías de viaje y que al mismo tiempo rompía con
la idea romanticizada de muchos turistas de Todos Santos como un
lugar que no ha sido tocado por el tiempo.
Así, había una convergencia del linchamiento de un turista —un
hecho terrible en tantos niveles— y el turismo como estrategia
de supervivencia que desaparece y es algo muy duro para la
gente. Existe un elemento económico muy real. No sólo existía en
el pueblo una gran preocupación acerca de la pérdida del turismo
sino también acerca de la idea que la gente del exterior podría
tener de ellos. Me preguntaban, y para mí era muy revelador:
“¿Cómo nos ve tu familia y tus amigos que nos conocen? ¿Como se
sienten de que hayas vuelto? ¿Están preocupados? ¿Vamos a dejar
de recibir ayuda para el desarrollo? ¿Seguimos siendo parte del
proceso de paz o nos hemos excluido de él?” Son todas preguntas
reales que tienen que ver con la supervivencia y con la
estrategización de cómo sobrevivir, crear una infraestructura,
alimentar a tu familia, construir una casa. Las dos cosas están
muy relacionadas.
A través de este análisis mi objetivo era aterrizar la violencia
en la vida cotidiana y tratar de entender por qué las personas
recurren a la violencia en un momento particular. Cómo es que
las experiencias de vida cotidiana y el sufrimiento convierten a
la violencia —en momentos particulares— en una opción viable
para las personas cuando la mayoría del tiempo no lo es.
Para concluir y también para relacionarlo con la pregunta
anterior, pienso que estas maneras de estudiar la violencia y
reconocer los conflictos locales son importantes para la forma
en que entendemos las transiciones. Son lecciones que son
aplicables a todos los lugares donde están ocurriendo las
transiciones a la democracia. Una de las reseñas de mi libro lo
llamó ‘una meditación acerca de la espera’ y quería subrayar
esto también y hablar de las posibilidades analíticas del
concepto de ‘la espera’ (waiting) que han sido poco exploradas.
Creo que podemos hacer mucho más con este concepto y también con
la idea de lo que la gente espera versus lo que realmente ocurre
y que da forma a los resultados de las transiciones en maneras
que hasta ahora no tenemos forma de medir, por la forma tan
política en que tendemos a medir el éxito o el fracaso de las
transiciones. Generalmente el parámetro para medirlas es: “Esto
es lo que se quiere lograr durante una transición y esto es lo
que pasó o no”. Pero al mismo tiempo ocurren muchas otras cosas
que se salen de los parámetros que tenemos tanto para medirlas
como para entenderlas. Pienso que si cambiamos el enfoque
ligeramente e incluimos estos relatos de ‘lo que pasó’ también
podremos potencialmente cambiar los parámetros de las políticas
para medir las transiciones y los aspectos que informan sus
objetivos.
En ‘Maya After War: Power, Conflict and Politics in
Guatemala’ (2013) usted habla del trastrocamiento de roles
de género en ciertas áreas de Guatemala como una
consecuencia de la migración, cito: “The meaning of this
change in traditional family structure and family life
historically central to social relations among the Maya will
become increasingly clear as a generation of children raised
without fathers or without both parents reaches adulthood”
(:98). Esta aseveración es pertinente también para otras
regiones donde la migración está muy difundida. ¿Podría
elaborar en cuáles son sus predicciones al respecto?
A este respecto me gustaría subrayar la idea de género unida a
la de generación y también subrayar lo importante que es el
concepto de ‘generación’ como factor analítico tanto para
estudiar la migración como las transiciones a la democracia. Al
final del capítulo seis de mi libro yo arguyo que el concepto de
generación y la forma en que los conflictos generacionales han
sido criminalizados son muy importantes y deben ser tomados en
cuenta como algo que emana en este período particular del ‘After
War’.
Pensando en esta cuestión al largo plazo, en el libro yo abarco
un cierto período histórico pero más recientemente ha habido
cambios en los patrones de migración que se han producido. Lo
que alguna vez yo me imaginé como el flujo migratorio ha
cambiado de forma significativa y con ello lo que yo alguna vez
vi como niños creciendo sin sus padres o mujeres estableciendo
identidades diferentes de las que se hubieran producido si
hubieran seguido viviendo con sus esposos.
Creo que ahora estamos en un periodo distinto de la migración y
lo que la migración produce y que realmente está cambiando los
roles de género e incluso lo que significa ser un niño cuyos
padres envían estas divisas.
Antes esto significaba un mayor acceso a cosas materiales: ropa,
electrónicos, tus papás te mandaban cosas. Ahora tiene una
influencia mayor en muchas otras áreas: la alimentación, la
forma en que las personas viven sus vidas día a día. Las
expectativas que se tienen para los niños. Mucha gente regresa
tras haber sido deportada y entre más regresan más cambia la
constelación de lo que la vida cotidiana es. Encuentras nuevos
alimentos y formas de ingerirlos, formas de interactuar a través
de los medios sociales e innovaciones tecnológicas en la forma
de smartphones y las maneras de conectarse al internet. La
migración ha producido estos cambios y al mismo tiempo las
mujeres y los hombres han tratado de dar sentido a nuevas
relaciones políticas cotidianas. Creo que también la idea de
‘seguridad’ en Guatemala produjo fases particulares: una de
ellas es que el conflicto generacional ha sido criminalizado,
pero también se ha producido un nuevo comportamiento que es más
permisivo para hombres y mujeres. Esto se explica de la
siguiente manera: el que los hombres y las mujeres puedean ser
castigados en las mismas formas (a través de la amenaza de
linchamientos, los toques de queda, las amenazas de muerte, la
humillación pública en los centros municipales) abrió la puerta
a una forma de contra protesta. Una de las cosas que noté en
este periodo de aumento de seguridad en Todos Santos es el que
las mujeres se han rebelado en contra de esta ‘seguridad’ en
formas que los hombres no. Los hombres actúan como si no
tuvieran otra opción que participar en los comités de seguridad,
etc. Pero cuando las mujeres han sido el objetivo, ellas se
niegan. Claro que han sufrido los resultados de esta negativa
tanto en pérdida de lazos y humillaciones públicas, pero también
se ha creado un nuevo rol para ellas como antagonistas y
manifestantes. Esto está en gran parte causado por la presencia
de alternativas económicas, de no ser tan dependientes de
ciertas redes sociales que juzgaban mal ciertos comportamientos
o en las que el chisme está siempre presente y ayudaba a
mantener a las mujeres ‘en su lugar’ como muestra magistralmente
Cecilia Menjivar en su libro “Enduring Violence” sobre la
violencia estructural de las vidas cotidianas de mujeres en el
este de Guatemala.
Parte de la razón por la que estos mecanismos de control social
son tan efectivos es porque las mujeres son altamente
dependientes para su supervivencia de estas redes en lugares
donde cuenta mucho si se habla de ti. Mas si tienes un cierto
poder económico y tienes un cierto nivel de independencia de
estas redes puedes por lo menos tratar de funcionar fuera de
ellas. Estos intentos no son siempre exitosos, pero son
significativos y el hecho de que sean posibles es muy revelador
y abre una nueva esfera de cómo entendemos las estrategias y
negociaciones de género, en particular aquellas tan violentas
que están entrelazadas a estos patrones históricos. Ver como lo
económico se filtra a través de ellos ha sido muy revelador.
En cuanto a los niños y la forma en que crecen, lo que ha pasado
es que la migración —o por lo menos el intento de migrar— se ha
convertido en una especie de rito de pasaje. Al mismo tiempo,
las divisas también han producido mas oportunidades: niños que
antes no podían ir a la escuela más allá del octavo grado ahora
pueden ir a la escuela y terminar y hacer carreras; tener
trabajos que les permitan competir a nivel local; construir una
casa, comprar tierra.
La migración es familiar de una manera que no era antes por el
crecimiento extraordinario de la violencia que conlleva cruzar
las diferentes fronteras. El patrón migratorio ha cambiado
mucho, ya no es tan circular —ir y regresar, ir y regresar— sino
que las personas se van, se quedan y tratan de estrategizar
formas de quedarse y perseguir la nacionalización tanto para
ellos como para sus familias.
Muchas gracias Prof. Dr. Burrell por esta interesante
conversación.