Ana María Estrada Zuñiga y Felipe Lagos Rojas (2010) Sonidos visibles: antecedentes y desarrollo del arte sonoro en Chile Santiago de Chile: Mosquito Comunicaciones, 107 pp. |
Reseñado por Francisca García
Universität Potsdam
¿A qué precisamente llamamos “transdisciplina”? Sonidos
visibles: antecedentes y desarrollo del arte sonoro en Chile
es un volumen escrito a cuatro manos como resultado de la
investigación colaborativa que desarrollan la artista visual
Ana María Estrada Zúñiga y el sociólogo Felipe Lagos Rojas.
Tal como se señala en las páginas iniciales, los autores
proponen un acercamiento histórico al “arte sonoro”, basado en
la necesidad de construcción de una genealogía que explique
las derivas de esa práctica artística en la actualidad. En su
origen, la iniciativa corresponde a la tesis de grado de
Estrada, afiliada a la Universidad de Chile (Santiago), quien
para efectos de la publicación extiende una invitación a Lagos
(hoy doctorante en Goldsmiths College, University of London)
con el fin de expandir los logros alcanzados en su memoria
académica. Como resultado, sumamente productiva resulta la
proyección que se extiende desde el objeto de estudio –el arte
sonoro, como expresión artística liminal que atraviesa los
campos de las “bellas artes”– hacia los sujetos de la
investigación, es decir, la artista y el sociólogo, cuyas
inteligencias distantes en términos convencionales se ponen
aquí en interacción.
Sonidos visibles... se estructura a partir de tres capítulos
principales. El primero de ellos, “Para una comprensión
estética del arte sonoro” firmado por Ana María Estrada
Zúñiga, expone un recorrido por ciertos hitos de la tradición
del “arte universal”. Se trata de una recopilación de
experiencias de “lo sonoro” que la artista va reconociendo y
desprendiendo desde la tradición literaria, musical y del
video-arte (manifiesto futurista, los artistas Kurt
Schwitters, Vicente Huidobro y John Cage (13-17), entre muchos
otros casos). La lectura de casos se va alternando con una
revisión conceptual a partir de categorías como “sonoridad”
desde Pierre Schaeffer o Douglas Kahn (15 y ss.) o la
“intermedia” de Dick Higgins (47). Especialmente relevante
resulta también la valoración de la tensión
visualidad/visibilidad (28), con la que Estrada no solo
relocaliza su propia práctica artística, sino también
reivindica el campo de las artes visuales frente a otras
disciplinas más normativas como la musicología o los estudios
literarios.
Por su parte, el segundo capítulo, “El sonido en su ‘campo
expandido’: arte sonoro en el contexto del arte contemporáneo”
escrito por Felipe Lagos Rojas, realiza una lectura del arte
sonoro a través de la clave “campo expandido” que instala
Rosalind E. Krauss en la década de los 80 respecto de ciertas
prácticas de arte conceptual. A través de esa clave, Lagos
busca realizar una “evaluación” (36), o más exactamente,
develar el “rendimiento estético concreto” del arte sonoro en
el contexto de la deriva cultural modernidad-posmodernidad
(37). En el caso de este capítulo se tratará no tanto de una
indagación histórica sobre procedimientos artísticos
específicos, sino sobre todo de conceptualizar las
transformaciones del régimen del arte y la experiencia
estética en dicha deriva cultural desde la óptica del marxismo
tardío (Theodor W. Adorno, Frederic Jameson, Walter Benjamin,
Pierre Bourdieu).
Finalmente, el tercer capítulo, “Antecedentes y desarrollo del
arte sonoro en Chile. Antecedentes, actualidad y
conclusiones”, firmado por ambos autores, sirve como cierre y
proyección de la investigación. El capítulo se centra en la
valoración de algunas iniciativas chilenas, como las acciones
del colectivo Tribu No a fines de los años 60 (56), los poemas
en movimiento del artista Guillermo Deisler (57) o las
acciones del CADA (Colectivo Acciones de Arte) (69), todo ello
para arribar hasta el presente actual que se describe por
medio de exposiciones, festivales, encuentros y proyectos
individuales/colectivos. La autogestión como principal
estrategia que caracteriza a ese panorama actual, sirve a los
autores para impulsar un tipo de crítica respecto a la
precariedad de las condiciones del trabajo artístico, la
ausencia de circuito especializado y en general, sobre
programas institucionales desarraigados que no responden a las
formas del arte y la cultura contemporánea (84 y ss).
Pese a que el libro resulta muy rico en referencias artísticas históricas, su mayor problema es que no termina por aportar una comprensión específica del arte sonoro. Si bien son constantes las tentativas por señalar que es y qué no es, el trabajo no expresa con claridad una postura de los autores al respecto: “El Arte Sonoro en sí mismo no proviene ni de la literatura ni de la música, sino que [...] corresponde a una mirada que recogen las Artes Visuales respecto a la conciencia estética del sonido” (15). O de otro modo, se señala como una “corriente” que “alcanza reconocimiento hacia finales de los años sesentas” (39); un “campo emergente” (40); una “zona de experimentación y de cruces” (41); un “campo indefinido [...] campos alternativos de las bellas artes y a la propia música” (41). Estos múltiples esfuerzos discursivos muchas veces no acaban de significar los casos artísticos que se revisan, relegando en este caso la posibilidad que sean las mismas experiencias seleccionadas las que brinden sus propias definiciones al respecto.
Esa situación resuena también en el paradigma
universal/nacional en el que se mueve toda la investigación,
la cual no abre espacio suficiente a referentes al margen del
canon internacional, a la valoración de experiencias
latinoamericanas o incluso, de otras experiencias estéticas
que utilicen el sonido más allá del campo de las artes
propiamente tal. De ese modo, el trazado general construye una
genealogía coja desde la óptica cultural, que reitera lugares
comunes de la vanguardia europea y que omite cualquier intento
por relocalizar el saber y el archivo, acaso sea ese de los
principales imperativos intelectuales respecto al arte en los
tiempos actuales. Sin embargo, resulta muy atractiva la cita
directa a variados textos de artistas como fuentes que se
privilegian en esta investigación, los cuales permiten
arraigar y conocer de cerca los procedimientos artísticos.
Frente a ello, en contraste, se echa de menos el diálogo con
otros estudios similares, de producción nacional, regional o
internacional, que no son aludidos en los capítulos pese a que
se anotan algunas referencias en la bibliografía final.
En definitiva, el libro se comprende como un estudio de caso y una memoria artística, y en ese sentido no está dirigido a un público estrictamente académico sino más bien puede resultar un aporte para historiadores del arte, artistas, críticos literarios, musicólogos o en general para investigadores que entran en las artes mediales y poseen interés en las relaciones productivas y creativas entre el arte y la tecnología.