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DEBATES
Wiebke Beushausen, Anne Brüske, Ana-Sofia Commichau, Patrick Helber & Sinah Kloss (Eds.) (2014) Caribbean Food Cultures. Culinary Practices and Consumption in the Caribbean and Its Diasporas Bielefeld: transcript Verlag, 303 pp. |
Reseñado por Raúl Matta
Georg-August-Universität Göttingen
Caribbean Food Cultures. Culinary Practices and Consumption in
the Caribbean and Its Diasporas es el resultado de una conferencia
organizada por el Departamento de estudios transculturales de
la Universidad de Heidelberg y llevada a cabo en setiembre del
2012. Los editores son jóvenes investigadores que colaboran en
el proyecto “Desde el Caribe a América del Norte, de ida y
vuelta”, albergado en esa misma casa de estudios.
El libro, dividido en cuatro secciones, reúne, bajo forma de
artículos, trece presentaciones de aquel encuentro. El volumen
repasa diversas problemáticas relacionadas con las culturas
alimentarias del Caribe a través de investigaciones
provenientes de distintos campos de las ciencias sociales y
humanidades, como la sociología, la antropología, la historia,
los estudios culturales y la literatura. Las culturas
alimentarias son entendidas en un sentido amplio que va más
allá del acto de consumir alimentos, de elaborarlos o de
cocinarlos; los artículos abordan tanto aspectos materiales
como simbólicos relacionados con las prácticas alimentarias
(transformación, consumo, almacenamiento y circulación de
alimentos y comidas). El libro constituye así un aporte más a
los muy en boga food studies, categoría que cobija estudios
con relación a la comida, independientemente de la procedencia
disciplinaria de las fuentes, ideas y perspectivas
desarrolladas. Además de tocar un tema en pleno auge, esta
publicación es bienvenida por tratar de una región sobre la
cual la producción académica es aún deficitaria. Así, el libro
puede ser de interés para los estudiosos del Caribe y sus
expresiones culturales contemporáneas.
El argumento del libro queda fundamentado al final de la
introducción, donde se exponen los ambiciosos objetivos (22):
poner en diálogo diferentes disciplinas sobre el tema de las
culturas alimentarias en el Caribe, descolonizar el
conocimiento, y ofrecer un marco teórico prometedor para la
investigación sobre culturas alimentarias. Así, los editores
apuestan por acomodarse al mandato de interdisciplinariedad
vigente hoy en el mundo académico. Optan también por enfoques
teóricos actuales: los de los estudios postcoloniales y
decoloniales.
La primera sección, “Culinary Aesthetics”, trata sobre la
forma en que la culinaria es representada en la literatura, la
televisión y el cine. Sin embargo, el uso del término
“estético” se justifica únicamente por la naturaleza artística
de los medios en los cuales “lo culinario” cobra vida. El
lector que espera encontrar en esta sección ejemplos de la
manera en que cocineros caribeños presentan sus creaciones
culinarias se sentirá decepcionado. A cambio, el ensayo de
Rita De Maeseneer muestra cómo las referencias a la escasez de
comida son usadas en términos estéticos y estratégicos por
artistas cubanos durante el “período especial en tiempos de
paz”. Louisa Söllner, por su parte, analiza las relaciones de
poder, clase y género que se manifiestan en las situaciones de
comensalidad de la novela The Lady’s Matador Hotel. Sebastian
Huber, por su parte, afirma que la cocina elaborada por
personajes de la serie de televisión Treme produce relaciones
sociales que hacen frente a la biopolítica. Por último, Daniel
Graziadei subraya el aspecto metaficcional de dos piezas
literarias que refieren a comida con el fin de desarrollar una
crítica decolonial de imágenes que exotizan a la mujer
caribeña. Si bien el carácter ficcional de los materiales
analizados se prestan al análisis social desde las
perspectivas postcolonial y decolonial (más filosóficas que
empíricas), esta primera sección dice muy poco sobre las
prácticas culinarias reales o cotidianas en el Caribe.
La segunda sección, “Neo-Colonial Gaze”, contiene dos textos
sobre el tema de la colonialidad. El de Ilaria Berti analiza
el proceso de creolización alimentaria como una herramienta
para la comprensión de las relaciones entre colonizadores y
colonizados. Este es un aporte esencial pues es el único
artículo que, sobre la base de fuentes primarias,
contextualiza históricamente la aparición de la cocina
caribeña. Fabio Parasecoli, por su parte, demuestra que las
representaciones de ciertos alimentos en la cultura popular
estadounidense potencian estructuras de poder y prejuicios
sociales; muestra cómo las bananas y las “mujeres-fruta” se
convirtieron en marcas de subalternidad del sujeto caribeño y
mestizo en general.
La tercera sección, “Constructions of Authenticity”, pone en
relación las prácticas culinarias con la idea de autenticidad.
Los tres estudios coinciden en que la construcción de la
autenticidad es un proceso de negociación continuo que incluye
a actores diversos con capacidades de negociación disímiles.
En su análisis de los libros del cocinero jamaiquino-británico
Levi Roots, Sarah Lawson Welsh muestra que la autenticidad del
estilo de Roots no es el fruto de saberes tradicionales
anclados en la persona del cocinero, sino de una adecuación
constante entre competencias culinarias y expectativas
económicas. El segundo artículo es una prueba más de que los
contextos de diáspora ponen a prueba la autenticidad de la
cocina migrante mediante procesos de adopción, rechazo y
sustitución. Ivan Darias Alfonso propone así el ejemplo de
cubanos en Londres. Mona Nikolić, en su estudio sobre
restaurantes afrocaribeños en Costa Rica, muestra cómo estos
compiten acomodándose al paladar de los turistas extranjeros
y, a la vez, buscan convencerlos de que lo que están probando
es auténtica cocina afrocaribeña. Curiosamente, Nikolić es la
única representante de la antropología en un volumen que lleva
el término “prácticas culinarias” en su título.
La cuarta y última sección, “Consumption and Communities”,
desplaza el enfoque hacia las prácticas de circulación,
abastecimiento y consumo de alimentos para resaltar como éstas
participan en la construcción o mantenimiento de lazos
comunitarios y de relaciones de género. Bajo estos aspectos,
Dwaine Plaza analiza una forma particular de remesa llevada a
cabo por residentes jamaiquinos en Canadá: el envío de
barriles que contienen, principalmente, alimentos. Por su
parte, Elizabeth Den Boer muestra cómo las mujeres, al hacerse
cargo de los rituales alimentarios, son las garantes de la
pervivencia de la religión y cultura hindúes en Surinam. Por
último, Annika McPherson teoriza la ital food como una
práctica decolonial, en la medida en que forma parte
integrante de los ideales liberatorios de la comunidad
Rastafari.
Si bien es cierto que cada una de las secciones es coherente
en cuanto a la temática general y que el volumen contiene
artículos de calidad, el libro no cumple con lo anunciado; por
ejemplo, no alcanza a entablar un diálogo interdisciplinario.
La mayoría de textos provenientes de la disciplina literaria
quedan agrupados en la primera sección, la cual ofrece poca
información empírica sobre las culturas alimentarias
caribeñas, pues se apoya sobre ficciones y estrategias
estéticas/artísticas. En cambio, los textos que provienen de
las ciencias sociales conectan más con el título propuesto por
los editores. El objetivo de descolonizar la producción
teórica también permanecerá agendado. Basta con observar que
ninguno de los autores proviene de instituciones del Caribe o
del Sur. Finalmente, la poca conexión entre los diferentes
enfoques compromete la aparición de un hilo conductor y de un
debate, lo cual hace difícil vislumbrar la formación de un
marco teórico prometedor para estudiar las culturas
alimentarias.