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Reseñado por Rocío Vera Santos
Freie Universität Berlin
Jennifer Nash, profesora asistente de Estudios Americanos y
Estudios de Mujeres en la Universidad George Washington, publicó
el resultado de su tesis doctoral, la misma que en base a
aportes de los estudios queer, de la teoría crítica de la raza y
del feminismo negro, investiga cómo las ficciones raciales
producidas en films pornográficos pueden crear espacios de
agencia. Con ello se presenta una nueva interpretación de raza y
sexualidad, negritud y placer, que puede resultar interesante
para un público académico especialista en estudios de género,
sexualidad, teorías feministas pornográficas y de la
representación.
La autora, en particular, se interesa por las posibilidades de
éxtasis tanto a nivel personal (estético, erótico, sexual) como
social, ya que éstas dan paso a la formación de comunidades
políticas e identidades (3), al posicionar justamente el tema de
la subjetividades negras en un espacio de representación
cinematográfica que de manera continua ha cosificado al sujeto
negro y negra. Con su estudio, la autora define dos aspectos
apenas estudiados sobre la raza y la representación: placer y
performance, subrayando la importancia de la articulación entre
subjetividad sexual y racializada. Para ello, la autora entiende
la raza como una estructura contingente de dominación histórica
y social que es constituida en parte por la «stylized repetition
of acts», a través del performance. En este sentido, dentro de
la pornografía, la raza es interpretada como una tecnología de
dominación, pero también de placer y deseo (5).
El libro se estructura en cinco capítulos. En el primero, la
autora hace referencia a los estudios feministas sobre
pornografía y representación, brindando una nueva lectura sobre
pornografía racializada. En los capítulos 2 y 3, analiza los
black-films pornográficos hardcore más representativos de la
Golden Age de los años setenta: Liahle y Sexworld, identificando
escenas de placer no solo de los protagonistas sino también de
la audiencia presente en las salas de cine. En los capítulos 4 y
5, analiza también los films más representativos de la Silver
Age de los años ochenta: Black Taboo y Black Throat, a fin de
responder cómo la raza se convierte en el objeto de humor de
ambos films. Mediante este análisis, la autora crea una nueva
entrada dentro del feminismo teórico negro, a partir de una
relectura del éxtasis, entendido éste en toda su complejidad,
paradojas y contradicciones.
El primer capítulo resulta interesante dada la revisión crítica
que ofrece la autora sobre las teorías feministas en relación
con la pornografía, identificando cuatro corrientes:
antipornografía, propornografía, sexo-radicalismo y los estudios
feministas sobre pornografía.
Las feministas antipornográficas argumentan que el placer sexual
de las mujeres está mediado por el patriarcado y otras
estructuras de dominación como la heterosexualidad, colocando
una «sombra» en sus experiencias placenteras. Las feministas
propornografía consideran a ésta como una forma de liberación y
por tanto critican la llamada «victimización feminista»
respaldada por las leyes, las cuales censuran el trabajo
pornográfico. Las sexo-radicalistas, en cambio, conciben a la
pornografía no como un sitio de subordinación o de agencia, sino
como dos elementos que se constituyen mutuamente. Proclaman los
derechos de la autonomía sexual, el placer y la subjetividad.
Estas teorías promueven la diversidad sexual, desmantelando las
jerarquías sexuales y raciales. Las feministas de estudios
pornográficos, por su parte, se han interesado en particular en
estudiar cómo la raza produce significados y genera placeres en
la producción pornográfica.
Considerando los aportes y limitantes de cada una de las
corrientes, la autora asume una posición teórica que se acerca
al sexo-radicalismo y a los estudios feministas pornográficos,
abogando por una teoría positiva del sexo, la misma que ubica al
placer como un espacio de subjetividad más que de simple
agencia; mostrando además cómo la pornografía racializada
evidencia formas culturales, fantasías colectivas y ficciones
raciales (21). Para ello, la autora utiliza como metodología el
close reading considerando el texto, el contexto, las
representaciones y, en el caso de los films, las posibles
múltiples respuestas de los espectadores. Con esta metodología,
la autora identifica la función social de la pornografía en
contextos históricos específicos, sobre todo tomando en
consideración el uso tecnológico y las representaciones de
placer que los films presentan.
Las ficciones raciales son identificadas por la autora a partir
de una revisión de las producciones de la cultura visual,
encontrando cinco formas de representación: pedagogía,
epistemología, temporalidad, metonimia y trabajo de
recuperación.
La pedagogía hace referencia a una serie de representaciones del
cuerpo de mujeres negras vistas como objetos para ser
manipulados y controlados, estas representaciones giran en torno
a estereotipos de mujer negra madre-niñera, o de mujer
negra-hipersexualizada.
Como epistemología se argumenta que la mujer negra ha sido
representada de manera regular en la pornografía contemporánea
haciendo referencia a los traumas sexuales y raciales del
pasado. Esta representación se asocia con la temporalidad, ya
que hace referencia justamente al origen esclavista de la
representación racializada y sexualizada de las mujeres negras.
En la representación de metonimia se hace referencia a la
asociación de mujer negra con ciertas imágenes o iconos, se
menciona el caso de la llamada Venus de Hottentot en donde su
cuerpo se usó como representación general del cuerpo de la mujer
negra haciendo énfasis en el exceso.
En el trabajo de recuperación se hace referencia a las
representaciones del feminismo negro que intentan «salvar» el
cuerpo de la mujer negra de la violencia racial en el campo
visual a través de autoretratos. Para ello, la autora retoma el
trabajo de artistas negras como Harris, Cox y Willians por medio
de los cuales en algunos casos se contrarresta la objetivación.
En el análisis del film Lialeh y Sexworld (capítulos 2 y 3), la
autora, si bien reconoce que por un lado hay una reproducción de
estereotipos vinculados a la hipersexualidad, por otro lado
también evidencia que estos mismos estereotipos pueden ser un
vehículo de performance de deseo, placer y éxtasis entre los y
las protagonistas, así como también su audiencia (98). Su
argumento alude a la representación del placer y el éxtasis como
espacios de subjetividad y resistencia.
En el film Black Taboo (capítulo 4) la autora analiza la
articulación entre raza, género, placer y humor en las escenas
pornográficas que dan muestra de ficciones raciales basadas en
la generalización de que todas las personas negras son iguales.
Aquí el humor o el reírse de ciertos estereotipos se convierten
también en una herramienta crítica y de resistencia. En el
análisis del film Black Throat (capítulo 5) la autora indica que
la intención del film de marcar diferencias raciales vinculadas
a la sexualidad termina demostrando que las prácticas sexuales
son idénticas, sin importar del color de los protagonistas.
En general, puede señalarse que, si bien hay un abordaje teórico
crítico a las teorías feministas sobre los estudios
pornográficos, la metodología de close reading está muy poco
desarrollada y es poco probable que se evidencie su aplicación
en el análisis empírico de los films. Mientras que en el
análisis que se realiza a los autoretratos de Harris y Cox y el
de Willians, se muestran aspectos de subjetividad negra, agencia
y criticidad por parte de las actrices, en el análisis de los
films estas categorías no son tan evidentes, ya que la autora
tiende más a describir de manera extensa las escenas eróticas
que a analizar los espacios de agencia, los cuales no dejan de
estar cargados de estereotipos racializados y de objetivación
del cuerpo negro. Es ahí donde se encuentra un limitante a su
análisis empírico.
Su análisis de la pornografía racializada intenta revelar que la
negritud debe ser entendida como un complejo circuito de deseos
y placeres, pero sobre todo como un espacio de subjetividades
negras. El principal aporte de su trabajo teórico se encuentra
al articular las categorías de raza, género y placer en la
cultura visual pornográfica, brindando una nueva entrada de
análisis a las perspectivas teóricas del feminismo negro. Qué
sucede en la actualidad con la pornografía racializada es una
temática que la autora no aborda y que valdría la pena
contrastar.
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