Christine B.N. Chin (2013)


Cosmopolitan Sex Workers. Women and Migration in a Global City


Nueva York: Oxford University Press, 234 pp.



Reseñado por Mónica Jasis Silberg


Centro Mujeres A.C., Méxiko


En el libro Cosmopolitan Sex Workers. Women and Migration in a Global City, Christine Chin analiza de manera detallada en siete capítulos, con un lenguaje sin ambages para la comprensión del público académico, las complejidades del fenómeno social del trabajo sexual por parte de un grupo de mujeres al que la autora alude como cosmopolitas, por no haber sido traficadas, sino que migraron y se integraron al trabajo sexual de manera voluntaria. Chin se adentra en esta problemática incluyendo a sus diferentes actores, los que describe en el capítulo 1, personajes que mantienen la estructura social del trabajo sexual, a quienes ella denomina «el sindicato», en Kuala Lumpur (KL), capital de Malasia, ciudad que en los últimos tiempos ha emergido la escena global.


La investigación de Chin incluyó entrevistas directas a treinta y nueve trabajadoras sexuales migrantes en KL, provenientes de otros países de Asia y de África. Las entrevistas fueron complementadas con información documental, de observación directa y de conversaciones con informantes clave, como son los hombres que manejan el sindicato.


El marco conceptual del estudio es lo que Chin denomina «el marco de las 3 C» incluyendo el análisis de la ciudad, la creatividad y el cosmopolitanismo. La «ciudad» se refiere a Kuala Lumpur, que pasó de ser el centro de una colonia británica a la capital de un estado que irrumpe en la escena mundial con un mercado turístico y también académico, aumentando las oportunidades para el trabajo sexual.


En el capítulo inicial la «creatividad» alude a las estrategias creativas que emplean los tres actores involucrados en la problemática (estados receptores, mujeres migrantes y grupos facilitadores para la migración femenina) para aminorar los obstáculos y aprovechar las oportunidades para el trabajo sexual. El «cosmopolitanismo» tradicionalmente conectado a viajeros de élite se caracteriza por la tolerancia, la flexibilidad y la apertura. Sin embargo, Chin lo conceptúa como un cosmopolitanismo desde abajo que involucra subjetividades emergentes de las migrantes transnacionales, desarrollado en contextos urbanos de relaciones de poder desigual. Las tres dimensiones se encuentran cruzadas de manera transversal por la clase, el género y la etnia, variables que van moldeando las diversas relaciones con la esfera pública, la migración y los participantes del sindicato. No cabe duda de que esta conceptualización eleva el nivel de análisis de la cuestión trabajo sexual versus comercio y tráfico sexual.

Como apoyo a su tesis sobre la estructura inherente al funcionamiento del trabajo sexual de las mujeres migrantes, Chin plantea que es imposible eliminar a los facilitadores del trabajo sexual aglutinados en sindicatos debido a la cantidad de actores sociales que participan en el fenómeno, incluyendo funcionarios públicos y servicios de apoyo dentro de las economías formal e informal.


Sin adentrarse en la polémica discursiva entre la postura abolicionista versus la despenalizadora-legalista, pero señalando de manera crítica la tesis dominante del abolicionismo contra el trabajo sexual (el cual asume que todas las mujeres son víctimas trabajando bajo coerción) en tanto establece creencias que vulneran el sentido de agencia de las mujeres, Chin aclara en contrario que existen trabajadoras sexuales que vivencian ese trabajo como una estrategia que les permitirá alcanzar una mejor calidad de vida. La postura de Chin abona al debate actual sobre el comercio sexual permitiendo vislumbrar lo que otras autoras habían señalado, respecto a que esa actividad pudiera representar un medio de mejoría económica en el marco social, como Juliano (2005) con su trabajo «El trabajo sexual en la mira» o Kempadoo en sus múltiples ensayos sobre la reconsideración del paradigma tráfico sexual versus derechos de las trabajadoras sexuales migrantes transnacionales.


No obstante, Chin conviene en que el contexto en el cual se insertan las trabajadoras sexuales migrantes en la sociedad malasia es complicado. Su acuciosa descripción permite entender el contexto social en el que se desenvuelven las trabajadoras sexuales. El capítulo 2 dibuja un país emergente a la modernidad con contradicciones implícitas: por un lado, con el objeto de promover el turismo y la proyección internacional de la educación y con la necesidad de mano de obra barata, las políticas migratorias se han tenido que liberalizar para permitir la entrada de una diversidad de migrantes. Por otro lado, el capítulo 3 describe que el régimen político estableció estrategias de seguridad para monitorear la entrada de sectores de migrantes que no son bienvenidos, como las trabajadoras sexuales. Ante esto, el sindicato y otros facilitadores del trabajo sexual, se han especializado en vencer las trabas que el sistema va imponiendo.


Las entrevistas con las migrantes revelaron que sus decisiones de participar en el trabajo sexual no provenían de una falsa consciencia ni derivaban de una situación forzada por extrema pobreza, sino que migraron con el objeto de ejercer el trabajo sexual y han ido tomando sus decisiones comprendiendo sus oportunidades y limitaciones en estructuras donde interactúan la individualidad, la familia, el sistema nacional y el internacional.


El trabajo sexual es, desde la perspectiva de las mujeres, un camino para ganar más dinero que lo que ofrece el salario mínimo laboral y para ahorrar. Pero aunque la motivación inicial de algunas pudo haber sido la económica, otras vieron la oportunidad de huir de maltratos imbuidos en la lógica patriarcal. La autora remarca que aunque las mujeres están conscientes que la migración transnacional para el trabajo sexual permite mantener la hipocresía del estado que las denigra, también les ofrece alternativas para enriquecer sus vidas, como la posibilidad de viajar conociendo diferentes lugares o de estudiar, de acceder a recursos materiales y hasta de realizar emprendimientos. Pero el trabajo de ellas está impactado y se desarrolla en un contexto multiétnico y multicultural, pero a la vez segmentado.


Apoyándose en la hipótesis de que las mujeres ejercitan su libertad al intercambiar trabajo sexual por salario, en el capítulo 4 Chin postula que ellas han sabido demostrar su sentido de agencia al ejercer el poder personal desde su entrada al país, estableciendo canales alternativos de migración y utilizando su creatividad apoyándose en redes protectoras (con amigos compatriotas o malasios, con sus clientes o con facilitadores del sindicato).


Por último, Chin refuerza el argumento contrario a la victimización y criminalización de las mujeres que ejercen el comercio sexual planteado —por ejemplo— por Bernstein (2012) en su trabajo «Carceral politics as gender justice? The ‹traffic in women› and neoliberal circuits of crime, sex, and rights» y anteriormente por Kempadoo (2003) en «Globalizing sex workers’ rights». Chin remarca que la criminalización de las trabajadoras sexuales transnacionales es contraproducente afirmando que esta migración surge de condiciones derivadas de la combinación del poder patriarcal con las economías de libre mercado. Así como se ha propuesto en la mesa del debate feminista actual, Chin afirma que el fenómeno seguirá ocurriendo a menos que se aborden de forma integral las hipocresías en juego, incluyendo las contradicciones del sistema neoliberal como la expansión de las economías globales, al tiempo que se establecen condenatorias restricciones migratorias en el contexto irónico discursivo de las libertades, las oportunidades y la realización del individuo. Su descripción impresionista y su análisis perspicaz hacen un libro altamente recomendable que aporta ingredientes enriquecedores de la comprensión del trabajo sexual transnacional, fenómeno social movilizador para la consciencia del estatu quo.