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Reseñado por Jennifer Chan
Freie Universität Berlin
En fechas recientes, la urgencia del tema del aumento de
encarcelamientos femeninos a nivel mundial se ha reflejado en un
crecimiento exponencial tanto de investigaciones científicas como
de fenómenos de cultura popular al respecto.
Un formato que es utilizado de forma recurrente tanto en la
investigación académica como en la crónica periodística y
televisiva es el de las historias de vida compiladas a través de
entrevistas o talleres de diversa índole conducidos dentro de la
prisión. Se ha creado así un significativo —aunque nunca
exhaustivo— cuerpo de escritos que cuentan las historias de las
mujeres en prisión «de su propia boca».
El libro Blackbirds in the Pomegranate Tree: Stories from Ixcotel
State Prison de Mary Ellen Sanger (2013) incorpora elementos de
esta tradición con dos variantes notables. Por una parte, el libro
cuenta la historia de la misma autora y su propia estancia en una
prisión mexicana y, por otra, incorpora elementos de narrativa que
desdibujan la línea entre la realidad y la ficción novelada.
Sanger, autora de relatos cortos, poesía y piezas de no ficción
creativa, radica hoy en Estados Unidos y trabaja con el Literacy
Center de la Universidad de Colorado en el Larimer County
Detention Center escribiendo con mujeres encarceladas. También
colabora con el PEN Prison Writing Project y coordinó la post
producción del documental mexicano «Presunto Culpable». Todo a
partir de la experiencia que relata en esta obra.
El libro cuenta con un prólogo de Elena Poniatowska que perfila el
caso de Sanger, loa su prosa y hace la analogía de México, el
país, como un reflejo de la misma autora: una mujer que algún día
se encontrará a sí misma.
Al principio, el libro se lee como una travesía autobiográfica al
estilo Eat, Pray, Love: una mujer estadounidense abandona la
seguridad y el hastío de su acomodada vida en el país del norte
para buscar la pasión de una nueva carrera en diversos sitios
paradisiacos de México. El viaje —que duró casi dos décadas y fue
tanto geográfico como espiritual— la lleva a conocer al mismo
tiempo los rincones más escondidos del país y los de su alma. Pero
el trayecto se verá interrumpido cuando el lugar amado revele su
faceta oscura.
La autora-heroína del relato se verá involucrada en un juego de
poderes políticos por la adjudicación de unas tierras que
culminará con su detención y posterior encarcelamiento en la
penitenciaría de Santa María Ixcotel en el Estado de Oaxaca.
Armada sólo con un cuaderno y su vocación literaria, Sanger lucha
contra el no-paso del tiempo mediante la escritura de su historia
y las de las mujeres con las que comparte «el cacahuate»:
dormitorio donde viven hacinadas las mujeres detenidas y a la
espera de sentencia.
Si los primeros capítulos del libro (con títulos como Keeping Time
to Earth o Before the Winds Erase Them) narran los viajes en el
espacio de Sanger, los siguientes como Susa, Citlali o Concha se
centran en las historias de vida de las mujeres homónimas cuya
confianza «la Gringuita» se va ganando y que le son narradas a la
sombra de un árbol de granada en el patio de Ixcotel. Entre las
historias hay capítulos titulados Notas de Caso que van dando
cuenta del desarrollo del proceso judicial en contra de Sanger,
que culmina con su liberación.
En el mosaico de las circunstancias de la detención de las
mexicanas que comparten la celda con Sanger la autora explora las
diferentes experiencias de las mujeres con el sistema judicial y
penitenciario en México. Ahí, el lector atestigua con rabia e
impotencia, en ejemplos paradigmáticos, los fenómenos de
corrupción, ineficiencia, violencia y ceguera de género que dan
forma a estas interacciones.
Detenidas por el delito cometido por su pareja; por ser indígenas
y no conocer el idioma o la ley; por «mordidas» pagadas por otros;
por robo; por drogadictas; por su actividad política… las mujeres
que Sanger retrata son a un tiempo únicas en su sufrimiento y
arquetipos de la población que compone los penales femeniles del
país.
Y bajo la sombra del árbol de granada ellas cuentan y escriben sus
historias, ríen y organizan obras de teatro pero, sobre todo,
cuentan los días para la llegada de una justicia que se antoja
cada vez más incierta.
Aunque un bello homenaje y testimonio al carácter y la fortaleza
de las mujeres que Sanger retrata en su prosa —las historias son,
advierte la autora, todas verídicas— el libro tiene algunos puntos
flacos que vale la pena evidenciar.
En primera instancia, Sanger estuvo en la cárcel sólo durante un
mes y su contacto fue en su mayoría con mujeres que esperaban la
resolución de su caso. Quedan silenciadas en este relato las voces
de interminables mujeres que han quedado atrapadas durante años y
sin esperanza de alivio en los vericuetos corruptos y anquilosados
del sistema penal mexicano, sin acceso a abogados o robadas por
ellos, que constituyen una parte enorme de la población
penitenciaria femenina en México.
Por otro lado, las mujeres que Sanger nos presenta son coherentes
con la imagen de víctimas de la vida y del sistema, que si bien
existen a montones en las cárceles mexicanas, invisibiliza a las
también muchas mujeres que sí han cometido un crimen y más a las
que han cometido uno grave. Al dibujar prácticamente a todas las
mujeres de la cárcel como víctimas inocentes incapaces de
delinquir, Sanger a un tiempo niega la existencia de factores como
la feminización de la pobreza y la criminalización de la misma así
como la elección del crimen como estrategia de supervivencia y la
agencia de las mujeres que eligen esta opción.
Además, aunque el libro abunda en las diversas desventajas que su
condición de extranjera le causa en el proceso de detención y
trámite de su caso —así como en la aceptación de sus compañeras—
falta en gran medida una reflexión más profunda acerca del nivel
de privilegio que ostenta su posición como mujer rubia,
heterosexual, extranjera, con abundante capital social, cultural y
económico y que al final deviene en una relativamente rápida
liberación y un trato a todas luces privilegiado por las
autoridades.
No es que Sanger ignore por completo que las mujeres mexicanas con
las que compartió la prisión estaban atravesadas por otros ejes de
exclusión y desigualdad: en historias como la de Concha, Sanger
aborda el tema de la homosexualidad en prisión; en la de Citlali,
las desventajas a las que las mujeres indígenas se enfrentan en el
sistema y en la de Natalia la conjunción de la pobreza extrema y
los problemas siquiátricos ignorados. Es sólo que falta ahondar en
cómo esas condiciones se suman para convertir la experiencia de
ellas en la prisión en una muy diferente y en muchos casos, en
términos objetivos, más difícil que la de Sanger.
El libro de Sanger es un libro bellamente escrito y esto causa que
por momentos la descripción de sus lugares y sus personajes y
situaciones se vean difuminados por un pincel artístico que los
romantiza y hace perder al libro una verdadera cualidad de
testimonio de la realidad. La realidad de la prisión en Sanger es
una que rebosa de sororidad, de mujeres acusadas falsamente y de
esperanza, en contraste con innumerables trabajos académicos que
muestran una realidad más oscura y desesperada de las mujeres
encarceladas, muchas por crímenes que sí cometieron.
Con todo, el libro tiene calidad literaria y la autora logra hacer
de sus personajes seres entrañables e infundir en el lector a
través de ellos tristeza y admiración, alegría y reconocimiento.
Es por esto que constituye una lectura amena para lectores de
prosa literaria e ineludible para personas interesadas en las
experiencias de las mujeres con el sistema penal en México, sea
desde un punto de curiosidad ingenua o académica.