Mary Ellen Sanger (2013)


Blackbirds in the Pomegranate Tree: Stories from Ixcotel State Prison


CreateSpace Independent Publishing Platform, 246 pp.


Reseñado por Jennifer Chan


Freie Universität Berlin


En fechas recientes, la urgencia del tema del aumento de encarcelamientos femeninos a nivel mundial se ha reflejado en un crecimiento exponencial tanto de investigaciones científicas como de fenómenos de cultura popular al respecto.


Un formato que es utilizado de forma recurrente tanto en la investigación académica como en la crónica periodística y televisiva es el de las historias de vida compiladas a través de entrevistas o talleres de diversa índole conducidos dentro de la prisión. Se ha creado así un significativo —aunque nunca exhaustivo— cuerpo de escritos que cuentan las historias de las mujeres en prisión «de su propia boca».


El libro Blackbirds in the Pomegranate Tree: Stories from Ixcotel State Prison de Mary Ellen Sanger (2013) incorpora elementos de esta tradición con dos variantes notables. Por una parte, el libro cuenta la historia de la misma autora y su propia estancia en una prisión mexicana y, por otra, incorpora elementos de narrativa que desdibujan la línea entre la realidad y la ficción novelada.


Sanger, autora de relatos cortos, poesía y piezas de no ficción creativa, radica hoy en Estados Unidos y trabaja con el Literacy Center de la Universidad de Colorado en el Larimer County Detention Center escribiendo con mujeres encarceladas. También colabora con el PEN Prison Writing Project y coordinó la post producción del documental mexicano «Presunto Culpable». Todo a partir de la experiencia que relata en esta obra.


El libro cuenta con un prólogo de Elena Poniatowska que perfila el caso de Sanger, loa su prosa y hace la analogía de México, el país, como un reflejo de la misma autora: una mujer que algún día se encontrará a sí misma.


Al principio, el libro se lee como una travesía autobiográfica al estilo Eat, Pray, Love: una mujer estadounidense abandona la seguridad y el hastío de su acomodada vida en el país del norte para buscar la pasión de una nueva carrera en diversos sitios paradisiacos de México. El viaje —que duró casi dos décadas y fue tanto geográfico como espiritual— la lleva a conocer al mismo tiempo los rincones más escondidos del país y los de su alma. Pero el trayecto se verá interrumpido cuando el lugar amado revele su faceta oscura.


La autora-heroína del relato se verá involucrada en un juego de poderes políticos por la adjudicación de unas tierras que culminará con su detención y posterior encarcelamiento en la penitenciaría de Santa María Ixcotel en el Estado de Oaxaca. Armada sólo con un cuaderno y su vocación literaria, Sanger lucha contra el no-paso del tiempo mediante la escritura de su historia y las de las mujeres con las que comparte «el cacahuate»: dormitorio donde viven hacinadas las mujeres detenidas y a la espera de sentencia.


Si los primeros capítulos del libro (con títulos como Keeping Time to Earth o Before the Winds Erase Them) narran los viajes en el espacio de Sanger, los siguientes como Susa, Citlali o Concha se centran en las historias de vida de las mujeres homónimas cuya confianza «la Gringuita» se va ganando y que le son narradas a la sombra de un árbol de granada en el patio de Ixcotel. Entre las historias hay capítulos titulados Notas de Caso que van dando cuenta del desarrollo del proceso judicial en contra de Sanger, que culmina con su liberación.


En el mosaico de las circunstancias de la detención de las mexicanas que comparten la celda con Sanger la autora explora las diferentes experiencias de las mujeres con el sistema judicial y penitenciario en México. Ahí, el lector atestigua con rabia e impotencia, en ejemplos paradigmáticos, los fenómenos de corrupción, ineficiencia, violencia y ceguera de género que dan forma a estas interacciones.


Detenidas por el delito cometido por su pareja; por ser indígenas y no conocer el idioma o la ley; por «mordidas» pagadas por otros; por robo; por drogadictas; por su actividad política… las mujeres que Sanger retrata son a un tiempo únicas en su sufrimiento y arquetipos de la población que compone los penales femeniles del país.


Y bajo la sombra del árbol de granada ellas cuentan y escriben sus historias, ríen y organizan obras de teatro pero, sobre todo, cuentan los días para la llegada de una justicia que se antoja cada vez más incierta.


Aunque un bello homenaje y testimonio al carácter y la fortaleza de las mujeres que Sanger retrata en su prosa —las historias son, advierte la autora, todas verídicas— el libro tiene algunos puntos flacos que vale la pena evidenciar.


En primera instancia, Sanger estuvo en la cárcel sólo durante un mes y su contacto fue en su mayoría con mujeres que esperaban la resolución de su caso. Quedan silenciadas en este relato las voces de interminables mujeres que han quedado atrapadas durante años y sin esperanza de alivio en los vericuetos corruptos y anquilosados del sistema penal mexicano, sin acceso a abogados o robadas por ellos, que constituyen una parte enorme de la población penitenciaria femenina en México.


Por otro lado, las mujeres que Sanger nos presenta son coherentes con la imagen de víctimas de la vida y del sistema, que si bien existen a montones en las cárceles mexicanas, invisibiliza a las también muchas mujeres que sí han cometido un crimen y más a las que han cometido uno grave. Al dibujar prácticamente a todas las mujeres de la cárcel como víctimas inocentes incapaces de delinquir, Sanger a un tiempo niega la existencia de factores como la feminización de la pobreza y la criminalización de la misma así como la elección del crimen como estrategia de supervivencia y la agencia de las mujeres que eligen esta opción.


Además, aunque el libro abunda en las diversas desventajas que su condición de extranjera le causa en el proceso de detención y trámite de su caso —así como en la aceptación de sus compañeras— falta en gran medida una reflexión más profunda acerca del nivel de privilegio que ostenta su posición como mujer rubia, heterosexual, extranjera, con abundante capital social, cultural y económico y que al final deviene en una relativamente rápida liberación y un trato a todas luces privilegiado por las autoridades.


No es que Sanger ignore por completo que las mujeres mexicanas con las que compartió la prisión estaban atravesadas por otros ejes de exclusión y desigualdad: en historias como la de Concha, Sanger aborda el tema de la homosexualidad en prisión; en la de Citlali, las desventajas a las que las mujeres indígenas se enfrentan en el sistema y en la de Natalia la conjunción de la pobreza extrema y los problemas siquiátricos ignorados. Es sólo que falta ahondar en cómo esas condiciones se suman para convertir la experiencia de ellas en la prisión en una muy diferente y en muchos casos, en términos objetivos, más difícil que la de Sanger.


El libro de Sanger es un libro bellamente escrito y esto causa que por momentos la descripción de sus lugares y sus personajes y situaciones se vean difuminados por un pincel artístico que los romantiza y hace perder al libro una verdadera cualidad de testimonio de la realidad. La realidad de la prisión en Sanger es una que rebosa de sororidad, de mujeres acusadas falsamente y de esperanza, en contraste con innumerables trabajos académicos que muestran una realidad más oscura y desesperada de las mujeres encarceladas, muchas por crímenes que sí cometieron.


Con todo, el libro tiene calidad literaria y la autora logra hacer de sus personajes seres entrañables e infundir en el lector a través de ellos tristeza y admiración, alegría y reconocimiento. Es por esto que constituye una lectura amena para lectores de prosa literaria e ineludible para personas interesadas en las experiencias de las mujeres con el sistema penal en México, sea desde un punto de curiosidad ingenua o académica.